Por Florencio Domínguez en La Vanguardia de 23 de abril de 2008 (leído aquí)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, abrió la caja de Pandora al asegurar que su objetivo era provocar un debate ideológico en el seno del Partido Popular cuando todo el mundo sabía que lo que estaba en cuestión era la lucha por el poder. Aspirar a dirigir su partido es una ambición legítima que no tenía por qué estar mal vista, pero prefirió decir que era otra cosa diferente y ahí comenzó el enredo.
Se supone que el debate ideológico es una propuesta desprendida, que no encierra interés particular. Sin embargo, ese tipo de debate no es cosa fácil y menos en una formación política como el PP, cuyos principios políticos son el resultado de la mezcla, más o menos afortunada, de las diferentes ideologías que han inspirado a los partidos del centroderecha en Europa.
El liberalismo, la democracia cristiana, el conservadurismo a secas y, en ocasiones, hasta toques socialdemócratas han contribuido a dar al PP el perfil político que tiene, perfectamente homologable por otra parte con partidos similares del resto de Europa.
La caracterización ideológica del PP es fruto de la historia reciente de la derecha en la transición. La UCD reunió sin mezclar a las familias que representaban las diferentes líneas ideológicas de la derecha y el resultado fue que el partido que protagonizó la transición fue destruido desde dentro por las ambiciones de las diferentes banderías y taifas. El PP fue capaz de acoger esas mismas sensibilidades políticas, pero sin dejarles tener vida organizada.
Pretender, como anticipó la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, generalizar la dimensión liberal del PP pondría en riesgo el equilibrio ideológico de este partido, resultado de incorporar principios de todas las familias sin alinearse por completo con ninguna de ellas.
Además, y salvo en momentos singulares de cambio, los partidos no discuten sobre la ideología en abstracto. Eso se deja para los intelectuales.
En los congresos ordinarios, incluso en los importantes como el que va a celebrar en junio en el PP, se discute sobre programas, sobre la idoneidad de las tácticas políticas y sobre los líderes. Se discute sobre el poder: sobre la forma más adecuada para mantenerlo o si no se tiene para conquistarlo.
Esa es la discusión que tiene planteada el Partido Popular. Su actual líder, Mariano Rajoy, ha encontrado apoyos suficientes para asegurarse una cómoda reelección y ha decidido presentarse y preparar un nuevo equipo con el objetivo último de ganar a los socialistas.
Esperanza Aguirre ha estado tanteando fuerzas, amagando con dar un paso al frente y luego retrocediendo, diciendo que sí, pero no y lo contrario. Ha encontrado apoyos mediáticos importantes, pero no parece haber conseguido respaldos internos suficientes para dar el paso de hacer oficial la candidatura y de ahí las dudas.
miércoles, 23 de abril de 2008
martes, 22 de abril de 2008
La primera victoria de su vida tras 108 'sets' perdidos
En El País (Deportes) de 22 de abril de 2008
El británico Robert Dee, que tenía el peor registro de tenis profesional, logra ganar un partido
Tres años después de debutar como profesional en mayo de 2005, el tenista británico Robert Dee conquistó por fin la primera victoria de su carrera después de 54 derrotas. El británico tenía en su poder el peor registro del tenis profesional tras haber perdido los 108 sets que ha disputado desde su debut en México, pero finalmente, a sus 21 años, estrenó su casillero de victorias el sábado, ganando al norteamericano Arzhang Derakhshani por 6-4 y 6-3 en la fase de clasificación para el torneo ''Future'' de Reus.
"Llamé enseguida a mis padres, primero le dije a mi madre que había perdido, pero después le dije que me pasara con mi padre y ya le dije que había ganado. Ha sido un respiro, sabía que podía hacerlo, pero a veces lo dudaba", ha declarado al London Evening Standard . En su carrera había disputado torneos en Colombia, Sudán, Senegal o Noruega, pero nunca con victoria, aunque la racha positiva fue corta, tras perder en el siguiente duelo por 6-3 y 6-1 contra el
polaco Artur Romanowski. "Ahora que tengo mi primer triunfo, lo que tengo que hacer es seguir en busca del segundo. Este es sólo un pequeño paso de un largo viaje y estoy decidido, nunca he pensado en rendirme, siempre supe que tenía más dentro de mí que puedo mejorar", añadió Dee, cuya racha de 54 derrotas era la peor desde que el guatemalteco Diego Beltranena perdió los mismos de 1997 a 2005, aunque éste al menos ganó un set.
El británico Robert Dee, que tenía el peor registro de tenis profesional, logra ganar un partido
Tres años después de debutar como profesional en mayo de 2005, el tenista británico Robert Dee conquistó por fin la primera victoria de su carrera después de 54 derrotas. El británico tenía en su poder el peor registro del tenis profesional tras haber perdido los 108 sets que ha disputado desde su debut en México, pero finalmente, a sus 21 años, estrenó su casillero de victorias el sábado, ganando al norteamericano Arzhang Derakhshani por 6-4 y 6-3 en la fase de clasificación para el torneo ''Future'' de Reus.
"Llamé enseguida a mis padres, primero le dije a mi madre que había perdido, pero después le dije que me pasara con mi padre y ya le dije que había ganado. Ha sido un respiro, sabía que podía hacerlo, pero a veces lo dudaba", ha declarado al London Evening Standard . En su carrera había disputado torneos en Colombia, Sudán, Senegal o Noruega, pero nunca con victoria, aunque la racha positiva fue corta, tras perder en el siguiente duelo por 6-3 y 6-1 contra el
polaco Artur Romanowski. "Ahora que tengo mi primer triunfo, lo que tengo que hacer es seguir en busca del segundo. Este es sólo un pequeño paso de un largo viaje y estoy decidido, nunca he pensado en rendirme, siempre supe que tenía más dentro de mí que puedo mejorar", añadió Dee, cuya racha de 54 derrotas era la peor desde que el guatemalteco Diego Beltranena perdió los mismos de 1997 a 2005, aunque éste al menos ganó un set.
lunes, 21 de abril de 2008
Daños en el vecindario
Florencio Domínguez en El Correo de 21 de abril de 2008
La campaña actual de ETA pretende convertir a los militantes socialistas y a sus locales en apestados sociales
En el año 2005, la banda terrorista ETA cometió quince atentados con bomba contra otras tantas empresas del País Vasco a las que quería extorsionar. En cada bomba, como media, puso kilo y medio de material explosivo. También realizó ocho atentados contra edificios de la Administración con bombas cargadas con una media de 750 gramos de explosivo. Esas cantidades son ajustadas para dañar al edificio al que se quiere atacar, sin causar grandes destrozos en los inmuebles colindantes.
En los cuatro atentados contra las casas del pueblo perpetrados desde el pasado mes de diciembre, la banda ha pasado a utilizar bombas que contenían entre tres y cinco kilos de explosivo cada una. El resultado ha sido que, además de las sedes frecuentadas por los militantes socialistas, unas doscientas viviendas u otras propiedades han sufrido daños. Los terroristas son conscientes de los efectos de sus bombas, pero no han hecho nada para evitar esos daños. Al contrario, al utilizar semejantes cargas estaban buscando deliberadamente provocar destrozos entre los vecinos de las sedes socialistas.
No es una torpeza de los etarras a los que se les haya ido la mano con el explosivo, sino que con esos «daños colaterales» pretenden suscitar actitudes de rechazo hacia las sedes socialistas entre el propio vecindario, sea en el municipio que sea y da igual en qué barrio. Hay en el País Vasco demasiadas experiencias en las que los vecinos han protestado por la cercanía de la comisaría de la Ertzaintza, de las oficinas de Correos o en su momento del concesionario francés de vehículos porque consideraban que su presencia suponía un riesgo. No protestaban contra el que colocaba las bombas sino contra el que ponía la comisaría en el barrio.
Ahora ETA está buscando el mismo objetivo: echar encima de los socialistas las iras de unos vecinos atemorizados por los efectos de los atentados. Se trata de convertir a los militantes del PSE y a sus locales en apestados sociales. Ese es uno de objetivos de la campaña terrorista en marcha. El otro es intimidar directamente a los afiliados de base del PSE para que se enfrenten a los dirigentes de su partido y les obliguen a cambiar la política antiterrorista. Así lo viene reclamando ETA en los diversos comunicados que ha difundido a lo largo de este año. Los militantes de a pie, como Isaías Carrasco o los que frecuentan las casas del pueblo, que carecen de protección, son el eslabón más débil con el que se están cebando los etarras.
Para conseguir ese segundo objetivo, los terroristas han vuelto a aplicar la lógica sobre la que ya teorizaron en 1993: «El día que un tío del PSOE, PP, PNV» vaya a un funeral de un compañero de partido, «cuando vuelva a casa quizás piense que es hora de encontrar soluciones al conflicto o quizás le toque estar en el lugar que estaba el otro (o sea en caja de pino y con los pies por delante)».
La campaña actual de ETA pretende convertir a los militantes socialistas y a sus locales en apestados sociales
En el año 2005, la banda terrorista ETA cometió quince atentados con bomba contra otras tantas empresas del País Vasco a las que quería extorsionar. En cada bomba, como media, puso kilo y medio de material explosivo. También realizó ocho atentados contra edificios de la Administración con bombas cargadas con una media de 750 gramos de explosivo. Esas cantidades son ajustadas para dañar al edificio al que se quiere atacar, sin causar grandes destrozos en los inmuebles colindantes.
En los cuatro atentados contra las casas del pueblo perpetrados desde el pasado mes de diciembre, la banda ha pasado a utilizar bombas que contenían entre tres y cinco kilos de explosivo cada una. El resultado ha sido que, además de las sedes frecuentadas por los militantes socialistas, unas doscientas viviendas u otras propiedades han sufrido daños. Los terroristas son conscientes de los efectos de sus bombas, pero no han hecho nada para evitar esos daños. Al contrario, al utilizar semejantes cargas estaban buscando deliberadamente provocar destrozos entre los vecinos de las sedes socialistas.
No es una torpeza de los etarras a los que se les haya ido la mano con el explosivo, sino que con esos «daños colaterales» pretenden suscitar actitudes de rechazo hacia las sedes socialistas entre el propio vecindario, sea en el municipio que sea y da igual en qué barrio. Hay en el País Vasco demasiadas experiencias en las que los vecinos han protestado por la cercanía de la comisaría de la Ertzaintza, de las oficinas de Correos o en su momento del concesionario francés de vehículos porque consideraban que su presencia suponía un riesgo. No protestaban contra el que colocaba las bombas sino contra el que ponía la comisaría en el barrio.
Ahora ETA está buscando el mismo objetivo: echar encima de los socialistas las iras de unos vecinos atemorizados por los efectos de los atentados. Se trata de convertir a los militantes del PSE y a sus locales en apestados sociales. Ese es uno de objetivos de la campaña terrorista en marcha. El otro es intimidar directamente a los afiliados de base del PSE para que se enfrenten a los dirigentes de su partido y les obliguen a cambiar la política antiterrorista. Así lo viene reclamando ETA en los diversos comunicados que ha difundido a lo largo de este año. Los militantes de a pie, como Isaías Carrasco o los que frecuentan las casas del pueblo, que carecen de protección, son el eslabón más débil con el que se están cebando los etarras.
Para conseguir ese segundo objetivo, los terroristas han vuelto a aplicar la lógica sobre la que ya teorizaron en 1993: «El día que un tío del PSOE, PP, PNV» vaya a un funeral de un compañero de partido, «cuando vuelva a casa quizás piense que es hora de encontrar soluciones al conflicto o quizás le toque estar en el lugar que estaba el otro (o sea en caja de pino y con los pies por delante)».
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150.000 ciudadanos desaparecidos
Por José María Ruiz Soroa en El Correo de 12 de enero de 2008 (Aunque yo lo acabo de leer hoy, 21 de abril)
Lo más extraño de la polémica en la que, con un interés claramente electoralista, se han enzarzado últimamente el Gobierno y su prensa afín es la desaparición virtual de nada menos que 150.000 ciudadanos. En efecto, ése es el número de personas que los medios señalaban como asistentes a la manifestación pro familia cristiana y, por tanto, los que se supone defendían las ideas que allí se manifestaron. Pues bien, ¿con quién sin embargo polemiza el gobierno?, ¿a quién atribuye en exclusiva la defensa de esas ideas?, ¿a quién acusa de intentar imponer unos dogmas periclitados? Pues resulta que a los obispos, a la Iglesia, sin mencionar para nada a los ciudadanos en cuestión, que se han evaporado mágicamente de la escena.
Esta evaporación supone, en primer lugar, un ninguneo atroz. Pues a esos ciudadanos católicos se les está ignorando, se les está negando la voz en la plaza pública. Se supone que no son sino pobres marionetas en manos de los obispos, unos incautos manipulados por el clero. Es una salida muy cómoda: cuando la gente sale a la calle por causas que nos gustan son 'el pueblo', cuando lo hace por las que nos disgustan son 'las masas'. El pueblo es sujeto consciente, las masas son manipulación de los poderes ocultos. Resulta ciertamente sorprendente que un Gobierno tan pendiente del ejercicio activo de la ciudadanía, ignore sin más a tantos ciudadanos que exponen con todo derecho unas demandas ideológicas. Gustarán más o menos (a mí muy poco), pero tienen derecho, por lo menos, a un acuse de recibo.
Por otra parte, hacer desaparecer a los ciudadanos de la escena permite transmutar de raíz la cuestión que plantean. Porque se convierte en una polémica con la Iglesia, y así es fácil recurrir a los más sobados tópicos: la iglesia quiere imponernos su moral, la democracia es distinta de la fe, etcétera. Es un campo en que la victoria del 'laicismo' (concepto vago como pocos) está descontada de antemano. Pero es que la cuestión no es ésa, sino la de que un número no despreciable de ciudadanos proponen en público sus ideas sobre cómo regular la familia, el aborto o la enseñanza. Y en una democracia tienen derecho no sólo a proponerlas, sino también a que se les responda en un debate abierto y razonable. Y si se trata de una democracia 'deliberativa' como la que presume de perseguir el Gobierno, más aún. ¿O es que sólo se delibera con los afines?
Lo más extraño de la polémica en la que, con un interés claramente electoralista, se han enzarzado últimamente el Gobierno y su prensa afín es la desaparición virtual de nada menos que 150.000 ciudadanos. En efecto, ése es el número de personas que los medios señalaban como asistentes a la manifestación pro familia cristiana y, por tanto, los que se supone defendían las ideas que allí se manifestaron. Pues bien, ¿con quién sin embargo polemiza el gobierno?, ¿a quién atribuye en exclusiva la defensa de esas ideas?, ¿a quién acusa de intentar imponer unos dogmas periclitados? Pues resulta que a los obispos, a la Iglesia, sin mencionar para nada a los ciudadanos en cuestión, que se han evaporado mágicamente de la escena.
Esta evaporación supone, en primer lugar, un ninguneo atroz. Pues a esos ciudadanos católicos se les está ignorando, se les está negando la voz en la plaza pública. Se supone que no son sino pobres marionetas en manos de los obispos, unos incautos manipulados por el clero. Es una salida muy cómoda: cuando la gente sale a la calle por causas que nos gustan son 'el pueblo', cuando lo hace por las que nos disgustan son 'las masas'. El pueblo es sujeto consciente, las masas son manipulación de los poderes ocultos. Resulta ciertamente sorprendente que un Gobierno tan pendiente del ejercicio activo de la ciudadanía, ignore sin más a tantos ciudadanos que exponen con todo derecho unas demandas ideológicas. Gustarán más o menos (a mí muy poco), pero tienen derecho, por lo menos, a un acuse de recibo.
Por otra parte, hacer desaparecer a los ciudadanos de la escena permite transmutar de raíz la cuestión que plantean. Porque se convierte en una polémica con la Iglesia, y así es fácil recurrir a los más sobados tópicos: la iglesia quiere imponernos su moral, la democracia es distinta de la fe, etcétera. Es un campo en que la victoria del 'laicismo' (concepto vago como pocos) está descontada de antemano. Pero es que la cuestión no es ésa, sino la de que un número no despreciable de ciudadanos proponen en público sus ideas sobre cómo regular la familia, el aborto o la enseñanza. Y en una democracia tienen derecho no sólo a proponerlas, sino también a que se les responda en un debate abierto y razonable. Y si se trata de una democracia 'deliberativa' como la que presume de perseguir el Gobierno, más aún. ¿O es que sólo se delibera con los afines?
jueves, 10 de abril de 2008
Ni vascos y vascas, ni diputados y diputadas
Por Javier Rodríguez Marcos en El País (Sociedad) de 10 de abril de 2008
Crecen las alternativas para evitar el masculino a pesar de la Academia - El nuevo Congreso se enfrenta a una moción para cambiar su nombre
¿Tienen sexo las palabras o, simplemente, género? ¿El hecho de que un término sea masculino o femenino depende de su evolución dentro de una cultura en la que, hasta hace poco, las mujeres eran invisibles o, por el contrario, depende de una serie de reglas gramaticales ajenas a toda ideología? ¿Se refiere también a las vascas el plural "vascos" o es necesario citar ambas formas como hace, incansable, el lehendakari Ibarretxe? ¿Están incluidas las diputadas en el nombre actual del Congreso de los Diputados? La gramática dice que sí, pero los lingüistas no acaban de ponerse de acuerdo. Y la polémica sobre el posible sexismo del lenguaje arrecia. ¿Una nueva batalla contra la discriminación o el enésimo artificio políticamente correcto? En diciembre de 1978 murió Golda Meir y a más de uno le escandalizó que se hablara de ella como ex primera ministra israelí. Y eso a pesar de que la Real Academia Española había aceptado ya el femenino de ministro. Por no hablar de que, en 1925, Rafael Alberti había llamado a la luna "presidenta de la noche". Con el acceso de las mujeres a profesiones tradicionalmente ejercidas por los hombres han llegado las dudas sobre si la corrección política puede convivir con la gramatical. Es decir, si, en el camino de arquitectas, juezas y abogadas, Angela Merkel será algún día cancillera alemana o Soraya Sáenz de Santamaría, portavoza del PP.
El nombre de las profesiones es uno de los mayores campos de batalla contra el posible sexismo. El otro, y tal vez el más ruidoso, es el desdoblamiento de masculino y femenino -el compañeros y compañeras de Llamazares o el citado vascos y vascas de Ibarretxe-, llamativo por su uso fundamentalmente público y porque rompe una de las reglas más simples del lenguaje, clásica y muy anterior al SMS, la economía: decir todo lo posible con el menor número de palabras posible. Algo que, entre otras cosas y sexos aparte, hace que en ciertos contextos la palabra día incluya también a la noche.
La gramática española recuerda que en las lenguas románicas el masculino es el llamado género no marcado, es decir, que abarca a individuos de los dos sexos. Sirve para los seres humanos, claro, pero también para los animales. Cuando alguien dice que el oso es una especie en peligro de extinción incluye tanto a machos como a hembras. Para Ignacio Bosque, miembro de la RAE, el desdoblamiento es un artificio que distancia aún más el lenguaje de los políticos del lenguaje común. "Si uno habla del nivel de vida de los españoles, es absurdo añadir 'de las españolas'. Suena incluso ridículo", apunta. "Si yo le pregunto a alguien cómo están sus hijos se entiende que también le pregunto por sus hijas. No creo que sea discriminatorio". Bosque es ponente de la comisión que trabaja en la nueva gramática, que estará lista en dos años. La anterior era de 1931 y el esbozo para la renovación, de 1973. El académico insiste en que lo que algunos consideran el "ladrillo simbólico" del patriarcado no responde más que a una simple regla gramatical. La misma que funciona cuando se coordinan un sustantivo masculino y uno femenino. En "Juan y María han ido juntos", "juntos" es un masculino plural: "Así es el idioma, no hay otra forma de decirlo". El lingüista sostiene que incluso los políticos son conscientes de que la doble forma es artificial: "Cuando no tienen delante un micrófono hablan como todo el mundo". Incluso hablando en público los políticos se relajan. Al final del último Consejo de Ministros, la vicepresidenta del Gobierno aseguró, a vueltas con la sequía en Barcelona, que al final habría agua para todos "los barceloneses y las barcelonesas". Acto seguido añadió que en el mismo caso estarían los valencianos, los murcianos y los andaluces. Esta vez, sólo en masculino plural. "Quienes proponen el desdoblamiento se dan cuenta de que no pueden mantenerlo a ultranza", insiste Bosque.
Mercedes Bengoechea, decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá de Henares y estudiosa del sexismo en el lenguaje, está de acuerdo con su colega académico: usar el masculino y el femenino sistemáticamente es insostenible. Pero matiza: "Lo importante es que quede en la referencia personal, en los sustantivos". Además, recuerda que el desdoblamiento no es un invento nuevo. Está en el Cantar de Mío Cid, en el Libro de buen amor y en el romancero: "Allí se habla de hombres y mujeres, moros y moras... Es un recurso de la oralidad, es cierto, pero ahí está. Se encuentra hasta después de Cervantes, pero cuando aparecen las academias se crea una norma androcéntrica".
La Real Academia Española se fundó en 1713 y la primera mujer en ingresar en ella, la escritora Carmen Conde, lo hizo en 1978. De los 40 académicos actuales, sólo tres son mujeres. La novelista Ana María Matute, la científica Margarita Salas y la historiadora Carmen Iglesias. Con todo, Bengoechea no cree que el sexismo sea voluntario. Y ése es, en su opinión, el problema. "Ya sé que cuando alguien dice 'telespectadores' no tiene intención sexista", dice. "Es una herencia cultural. Como los toros. También heredamos palabras. Yo misma dejé de usar 'minusválido' porque dos alumnos me dijeron que, como afectados, les sonaba fatal. Preferían 'discapacitado'. Alguien tiene que abrirte los ojos".
Una de las salidas a la polémica del desdoblamiento es el uso de sustantivos colectivos -decir magistratura o justicia en lugar de jueces y juezas- y nombrar las instituciones según la actividad y no según el sexo -Colegio de la abogacía en lugar de Colegio de abogados-. Ignacio Bosque, que recuerda que la nueva gramática limita el desdoblamiento a situaciones en las que su ausencia podría ser malinterpretada -como en el caso de "los españoles y las españolas pueden servir en el Ejército"-, recuerda también que el uso de sustantivos colectivos no siempre funciona. El alumnado es, sí, el conjunto de los alumnos, pero "el conjunto de los enfermos no es la enfermería, ni el conjunto de los médicos es la medicina, ni el conjunto de los periodistas es el periodismo".
Con todo, el lenguaje político y legal ha sido el más vigilante ante el posible sexismo, aunque los legisladores siguen demorando la respuesta a la demanda de quienes piden que se reforme el artículo 14 de la Constitución, el que dice que todos los españoles son iguales ante la ley. ¿Están también las españolas en ese masculino plural? La gramática, ya vimos, dice que sí. Algunas teorías, que no. Entretanto, el Congreso corrigió en noviembre de 2006 los términos considerados sexistas en el nuevo estatuto andaluz. Se añadió "andaluzas" "pueblo andaluz" y "ciudadanía andaluza" donde sólo decía "andaluces". También se añadieron "funcionarias" y "ciudadanas". Todo ello haciendo caso omiso a un informe encargado a la RAE por el Parlamento sevillano.
En ocasiones, el colectivo es una solución fácil, como cuando la Ley de Soldados y Marineros se transformó en Ley de Tropa y Marinería. En otras, la manera de dar con una buena respuesta consiste en eliminar la pregunta. En noviembre de 2004 Convergència i Unió presentó una proposición no de ley para pedir que la futura reforma de la Constitución incluyera que el Congreso lo sea a secas y deje de ser sólo de los Diputados. "El plural masculino es gramaticalmente correcto, pero hace invisibles a las mujeres", afirmó en el debate la convergente Mercé Pigem. Reelegida el pasado 9 de marzo para una Cámara en la que, pese a la Ley de Igualdad, en esta legislatura habrá una mujer menos que en la anterior, la parlamentaria recuerda que se trataba de que "el nombre del Congreso no deje fuera a casi la mitad [menos del 36% en realidad] de sus miembros". Izquierda Unida llegó a plantear incluso que se denominara Congreso de los Diputados y de las Diputadas. Finalmente, la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y la Igualdad de Oportunidades, formada por 38 mujeres y dos hombres, aprobó la propuesta catalana por unanimidad. La votación, con todo, no era vinculante y su puesta en práctica está supeditada a que la actualización de la Carta Magna vaya más allá de lo propuesto por el propio Gobierno, fundamentalmente reformar el Senado y terminar con la discriminación de la mujer en la sucesión real. "El PSOE se comprometió", afirma Pigem, "pero hay que seguir vigilantes". La legislatura que ahora comienza dirá. Aunque no parece claro que la Constitución vaya a tocarse demasiado, sigue en el aire una medida que a pioneras como Clara Campoamor o Victoria Kent, parlamentarias en los años treinta, les habría resultado de un futurismo intrépido, muy posible pero poco probable. Ellas se llamaban a sí mismas "diputado".
Aun así, el interés de las Cortes está por eliminar en lo posible el lenguaje sexista, siguiendo una sensibilidad cada vez más extendida en la Administración. En 1999 el Ayuntamiento de Madrid decretó que cuando se mencionaran en sus documentos puestos ocupados por personas concretas, se utilizara "el género masculino o femenino que a la persona concreta corresponda". También había decidido modificar sus formularios para evitar formas como "el titular", "el firmante" o "el que suscribe". También los diccionarios han cambiado. En las definiciones se tiende cada vez más a usar "persona que" en lugar del tradicional "el que". "En el fondo, los académicos no están tan en desacuerdo", apunta Mercedes Bengoechea, que recuerda que la publicidad ha empezado también a evitar fórmulas sexistas: "Nos hace visibles para que compremos más, pero es un síntoma". La filóloga, que es una de las impulsoras de Nombra.en.red, una base de datos del Instituto de la Mujer con alternativas para evitar el sexismo, afirma que buena parte de nuestro sentido de la corrección tiene que ver con la costumbre: "Hace 14 años un novelista español dijo que jamás se extendería la forma 'presidenta'. Y hoy la sociedad lo dice con naturalidad. Lo que suena raro es oír 'la presidente'. Si desde que fue elegida se hubiera llamado 'cancillera' a Angela Merkel nos sonaría normal. Pero me temo que ya no se va a feminizar. Ya lo hemos oído mucho".
Ignacio Bosque, sin embargo, recuerda que "canciller" es un nombre común (es decir, masculino y femenino a la vez) en cuanto al género, como otros terminados en -er (ujier, sumiller). Y no se desdobla: "Tiene que ver con paradigmas morfológicos. Estas cosas no son gratuitas. Cuando la Academia propone una solución es porque la ha pensado. Hay que fijarse en un paradigma completo. Existen razones puramente gramaticales para que las cosas sean así".
También son comunes sustantivos acabados en -ista como "pianista" o "artista". Otros, como "modista", también lo son, aunque "modisto" esté cada vez más extendido. Siempre hay casos particulares. En España se dice "clienta", algo que en América es muy raro. La nueva gramática, insisten los académicos, no impondrá una forma. Sólo explicará el uso que hacen los hablantes. Por ejemplo, que jueza está generalizado en Argentina, Costa Rica y Venezuela, pero no en México ni en España. Aunque, paradojas de la lentitud, tal vez lo esté cuando se publique la nueva norma. La política de la RAE es no imponer términos cuyo uso no se ha extendido. Es lo que sucede con "matrimonio", todavía no recogido en el diccionario académico como "unión legal de dos personas del mismo o de distinto sexo": "Si se reúne suficiente documentación de este uso nuevo, tendrá que estar", afirma el profesor Bosque. "La Academia refleja el uso que los hablantes hacen del idioma, no el que los políticos dicen que debe hacerse. Y es evidente que en la lengua común el desdoblamiento, por ejemplo, no se usa porque no hace ninguna falta".
Para quienes vigilan el supuesto sexismo lingüístico, las razones puramente gramaticales no son tan puras. Están, dicen, cargadas de ideología. Ésa es la base del problema y ahí la sintonía parece imposible. Todo el mundo está de acuerdo en que las lenguas no son el resultado de actos conscientes de los hablantes. Pero hay quien sostiene que esa inconsciencia está llena de prejuicios. Para aquéllos, las convenciones lingüísticas no son un reflejo directo de la sociedad. Para éstos, no hay otro más directo: "Se dice que la sintaxis son reglas inocentes y sin ideología porque se ha olvidado la sociedad y la historia que creaba esas reglas patriarcales", recuerda Mercedes Bengoechea. "Quedan restos de su origen. Una lengua nativa norteamericana, por ejemplo, habla de 'pájaros, fuego, mujeres y otros animales peligrosos'. Es curioso que entrasen en la misma categoría. El uso del masculino es una regla gramatical, sí, pero no ajena a la realidad. La lucha de los defensores de la neutralidad del lenguaje también es ideológica, como la nuestra, pero ellos no lo reconocen".
Bosque, en efecto, no comparte las razones extralingüísticas. "Existe discriminación, pero no en el lenguaje, en la vida: laboral y social. Ésa es la verdadera discriminación de las mujeres. La lingüística es falsa". Ambos filólogos coinciden, no obstante, en que los posibles cambios, sean los que sean, tendrán que venir de un uso mayoritario. "Yo evito el lenguaje sexista en lo posible, pero, como decana, por ejemplo, no impongo nada en los asuntos de mi facultad. Debe ser algo natural. También yo hace 20 años pensaba de otra manera", dice Bengoechea. No valen las imposiciones. Las palabras serán de quien sea, rezaba la vieja sentencia africana, pero la canción es nuestra.
Crecen las alternativas para evitar el masculino a pesar de la Academia - El nuevo Congreso se enfrenta a una moción para cambiar su nombre
¿Tienen sexo las palabras o, simplemente, género? ¿El hecho de que un término sea masculino o femenino depende de su evolución dentro de una cultura en la que, hasta hace poco, las mujeres eran invisibles o, por el contrario, depende de una serie de reglas gramaticales ajenas a toda ideología? ¿Se refiere también a las vascas el plural "vascos" o es necesario citar ambas formas como hace, incansable, el lehendakari Ibarretxe? ¿Están incluidas las diputadas en el nombre actual del Congreso de los Diputados? La gramática dice que sí, pero los lingüistas no acaban de ponerse de acuerdo. Y la polémica sobre el posible sexismo del lenguaje arrecia. ¿Una nueva batalla contra la discriminación o el enésimo artificio políticamente correcto? En diciembre de 1978 murió Golda Meir y a más de uno le escandalizó que se hablara de ella como ex primera ministra israelí. Y eso a pesar de que la Real Academia Española había aceptado ya el femenino de ministro. Por no hablar de que, en 1925, Rafael Alberti había llamado a la luna "presidenta de la noche". Con el acceso de las mujeres a profesiones tradicionalmente ejercidas por los hombres han llegado las dudas sobre si la corrección política puede convivir con la gramatical. Es decir, si, en el camino de arquitectas, juezas y abogadas, Angela Merkel será algún día cancillera alemana o Soraya Sáenz de Santamaría, portavoza del PP.
El nombre de las profesiones es uno de los mayores campos de batalla contra el posible sexismo. El otro, y tal vez el más ruidoso, es el desdoblamiento de masculino y femenino -el compañeros y compañeras de Llamazares o el citado vascos y vascas de Ibarretxe-, llamativo por su uso fundamentalmente público y porque rompe una de las reglas más simples del lenguaje, clásica y muy anterior al SMS, la economía: decir todo lo posible con el menor número de palabras posible. Algo que, entre otras cosas y sexos aparte, hace que en ciertos contextos la palabra día incluya también a la noche.
La gramática española recuerda que en las lenguas románicas el masculino es el llamado género no marcado, es decir, que abarca a individuos de los dos sexos. Sirve para los seres humanos, claro, pero también para los animales. Cuando alguien dice que el oso es una especie en peligro de extinción incluye tanto a machos como a hembras. Para Ignacio Bosque, miembro de la RAE, el desdoblamiento es un artificio que distancia aún más el lenguaje de los políticos del lenguaje común. "Si uno habla del nivel de vida de los españoles, es absurdo añadir 'de las españolas'. Suena incluso ridículo", apunta. "Si yo le pregunto a alguien cómo están sus hijos se entiende que también le pregunto por sus hijas. No creo que sea discriminatorio". Bosque es ponente de la comisión que trabaja en la nueva gramática, que estará lista en dos años. La anterior era de 1931 y el esbozo para la renovación, de 1973. El académico insiste en que lo que algunos consideran el "ladrillo simbólico" del patriarcado no responde más que a una simple regla gramatical. La misma que funciona cuando se coordinan un sustantivo masculino y uno femenino. En "Juan y María han ido juntos", "juntos" es un masculino plural: "Así es el idioma, no hay otra forma de decirlo". El lingüista sostiene que incluso los políticos son conscientes de que la doble forma es artificial: "Cuando no tienen delante un micrófono hablan como todo el mundo". Incluso hablando en público los políticos se relajan. Al final del último Consejo de Ministros, la vicepresidenta del Gobierno aseguró, a vueltas con la sequía en Barcelona, que al final habría agua para todos "los barceloneses y las barcelonesas". Acto seguido añadió que en el mismo caso estarían los valencianos, los murcianos y los andaluces. Esta vez, sólo en masculino plural. "Quienes proponen el desdoblamiento se dan cuenta de que no pueden mantenerlo a ultranza", insiste Bosque.
Mercedes Bengoechea, decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá de Henares y estudiosa del sexismo en el lenguaje, está de acuerdo con su colega académico: usar el masculino y el femenino sistemáticamente es insostenible. Pero matiza: "Lo importante es que quede en la referencia personal, en los sustantivos". Además, recuerda que el desdoblamiento no es un invento nuevo. Está en el Cantar de Mío Cid, en el Libro de buen amor y en el romancero: "Allí se habla de hombres y mujeres, moros y moras... Es un recurso de la oralidad, es cierto, pero ahí está. Se encuentra hasta después de Cervantes, pero cuando aparecen las academias se crea una norma androcéntrica".
La Real Academia Española se fundó en 1713 y la primera mujer en ingresar en ella, la escritora Carmen Conde, lo hizo en 1978. De los 40 académicos actuales, sólo tres son mujeres. La novelista Ana María Matute, la científica Margarita Salas y la historiadora Carmen Iglesias. Con todo, Bengoechea no cree que el sexismo sea voluntario. Y ése es, en su opinión, el problema. "Ya sé que cuando alguien dice 'telespectadores' no tiene intención sexista", dice. "Es una herencia cultural. Como los toros. También heredamos palabras. Yo misma dejé de usar 'minusválido' porque dos alumnos me dijeron que, como afectados, les sonaba fatal. Preferían 'discapacitado'. Alguien tiene que abrirte los ojos".
Una de las salidas a la polémica del desdoblamiento es el uso de sustantivos colectivos -decir magistratura o justicia en lugar de jueces y juezas- y nombrar las instituciones según la actividad y no según el sexo -Colegio de la abogacía en lugar de Colegio de abogados-. Ignacio Bosque, que recuerda que la nueva gramática limita el desdoblamiento a situaciones en las que su ausencia podría ser malinterpretada -como en el caso de "los españoles y las españolas pueden servir en el Ejército"-, recuerda también que el uso de sustantivos colectivos no siempre funciona. El alumnado es, sí, el conjunto de los alumnos, pero "el conjunto de los enfermos no es la enfermería, ni el conjunto de los médicos es la medicina, ni el conjunto de los periodistas es el periodismo".
Con todo, el lenguaje político y legal ha sido el más vigilante ante el posible sexismo, aunque los legisladores siguen demorando la respuesta a la demanda de quienes piden que se reforme el artículo 14 de la Constitución, el que dice que todos los españoles son iguales ante la ley. ¿Están también las españolas en ese masculino plural? La gramática, ya vimos, dice que sí. Algunas teorías, que no. Entretanto, el Congreso corrigió en noviembre de 2006 los términos considerados sexistas en el nuevo estatuto andaluz. Se añadió "andaluzas" "pueblo andaluz" y "ciudadanía andaluza" donde sólo decía "andaluces". También se añadieron "funcionarias" y "ciudadanas". Todo ello haciendo caso omiso a un informe encargado a la RAE por el Parlamento sevillano.
En ocasiones, el colectivo es una solución fácil, como cuando la Ley de Soldados y Marineros se transformó en Ley de Tropa y Marinería. En otras, la manera de dar con una buena respuesta consiste en eliminar la pregunta. En noviembre de 2004 Convergència i Unió presentó una proposición no de ley para pedir que la futura reforma de la Constitución incluyera que el Congreso lo sea a secas y deje de ser sólo de los Diputados. "El plural masculino es gramaticalmente correcto, pero hace invisibles a las mujeres", afirmó en el debate la convergente Mercé Pigem. Reelegida el pasado 9 de marzo para una Cámara en la que, pese a la Ley de Igualdad, en esta legislatura habrá una mujer menos que en la anterior, la parlamentaria recuerda que se trataba de que "el nombre del Congreso no deje fuera a casi la mitad [menos del 36% en realidad] de sus miembros". Izquierda Unida llegó a plantear incluso que se denominara Congreso de los Diputados y de las Diputadas. Finalmente, la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y la Igualdad de Oportunidades, formada por 38 mujeres y dos hombres, aprobó la propuesta catalana por unanimidad. La votación, con todo, no era vinculante y su puesta en práctica está supeditada a que la actualización de la Carta Magna vaya más allá de lo propuesto por el propio Gobierno, fundamentalmente reformar el Senado y terminar con la discriminación de la mujer en la sucesión real. "El PSOE se comprometió", afirma Pigem, "pero hay que seguir vigilantes". La legislatura que ahora comienza dirá. Aunque no parece claro que la Constitución vaya a tocarse demasiado, sigue en el aire una medida que a pioneras como Clara Campoamor o Victoria Kent, parlamentarias en los años treinta, les habría resultado de un futurismo intrépido, muy posible pero poco probable. Ellas se llamaban a sí mismas "diputado".
Aun así, el interés de las Cortes está por eliminar en lo posible el lenguaje sexista, siguiendo una sensibilidad cada vez más extendida en la Administración. En 1999 el Ayuntamiento de Madrid decretó que cuando se mencionaran en sus documentos puestos ocupados por personas concretas, se utilizara "el género masculino o femenino que a la persona concreta corresponda". También había decidido modificar sus formularios para evitar formas como "el titular", "el firmante" o "el que suscribe". También los diccionarios han cambiado. En las definiciones se tiende cada vez más a usar "persona que" en lugar del tradicional "el que". "En el fondo, los académicos no están tan en desacuerdo", apunta Mercedes Bengoechea, que recuerda que la publicidad ha empezado también a evitar fórmulas sexistas: "Nos hace visibles para que compremos más, pero es un síntoma". La filóloga, que es una de las impulsoras de Nombra.en.red, una base de datos del Instituto de la Mujer con alternativas para evitar el sexismo, afirma que buena parte de nuestro sentido de la corrección tiene que ver con la costumbre: "Hace 14 años un novelista español dijo que jamás se extendería la forma 'presidenta'. Y hoy la sociedad lo dice con naturalidad. Lo que suena raro es oír 'la presidente'. Si desde que fue elegida se hubiera llamado 'cancillera' a Angela Merkel nos sonaría normal. Pero me temo que ya no se va a feminizar. Ya lo hemos oído mucho".
Ignacio Bosque, sin embargo, recuerda que "canciller" es un nombre común (es decir, masculino y femenino a la vez) en cuanto al género, como otros terminados en -er (ujier, sumiller). Y no se desdobla: "Tiene que ver con paradigmas morfológicos. Estas cosas no son gratuitas. Cuando la Academia propone una solución es porque la ha pensado. Hay que fijarse en un paradigma completo. Existen razones puramente gramaticales para que las cosas sean así".
También son comunes sustantivos acabados en -ista como "pianista" o "artista". Otros, como "modista", también lo son, aunque "modisto" esté cada vez más extendido. Siempre hay casos particulares. En España se dice "clienta", algo que en América es muy raro. La nueva gramática, insisten los académicos, no impondrá una forma. Sólo explicará el uso que hacen los hablantes. Por ejemplo, que jueza está generalizado en Argentina, Costa Rica y Venezuela, pero no en México ni en España. Aunque, paradojas de la lentitud, tal vez lo esté cuando se publique la nueva norma. La política de la RAE es no imponer términos cuyo uso no se ha extendido. Es lo que sucede con "matrimonio", todavía no recogido en el diccionario académico como "unión legal de dos personas del mismo o de distinto sexo": "Si se reúne suficiente documentación de este uso nuevo, tendrá que estar", afirma el profesor Bosque. "La Academia refleja el uso que los hablantes hacen del idioma, no el que los políticos dicen que debe hacerse. Y es evidente que en la lengua común el desdoblamiento, por ejemplo, no se usa porque no hace ninguna falta".
Para quienes vigilan el supuesto sexismo lingüístico, las razones puramente gramaticales no son tan puras. Están, dicen, cargadas de ideología. Ésa es la base del problema y ahí la sintonía parece imposible. Todo el mundo está de acuerdo en que las lenguas no son el resultado de actos conscientes de los hablantes. Pero hay quien sostiene que esa inconsciencia está llena de prejuicios. Para aquéllos, las convenciones lingüísticas no son un reflejo directo de la sociedad. Para éstos, no hay otro más directo: "Se dice que la sintaxis son reglas inocentes y sin ideología porque se ha olvidado la sociedad y la historia que creaba esas reglas patriarcales", recuerda Mercedes Bengoechea. "Quedan restos de su origen. Una lengua nativa norteamericana, por ejemplo, habla de 'pájaros, fuego, mujeres y otros animales peligrosos'. Es curioso que entrasen en la misma categoría. El uso del masculino es una regla gramatical, sí, pero no ajena a la realidad. La lucha de los defensores de la neutralidad del lenguaje también es ideológica, como la nuestra, pero ellos no lo reconocen".
Bosque, en efecto, no comparte las razones extralingüísticas. "Existe discriminación, pero no en el lenguaje, en la vida: laboral y social. Ésa es la verdadera discriminación de las mujeres. La lingüística es falsa". Ambos filólogos coinciden, no obstante, en que los posibles cambios, sean los que sean, tendrán que venir de un uso mayoritario. "Yo evito el lenguaje sexista en lo posible, pero, como decana, por ejemplo, no impongo nada en los asuntos de mi facultad. Debe ser algo natural. También yo hace 20 años pensaba de otra manera", dice Bengoechea. No valen las imposiciones. Las palabras serán de quien sea, rezaba la vieja sentencia africana, pero la canción es nuestra.
jueves, 3 de abril de 2008
Siniestro Total luce sus arrugas
Por Lino Portela en El País (Cultura) de 3 de abril de 2008
La banda punk gallega arranca en Madrid la gira de celebración de sus 25 años y presenta un recopilatorio
Nunca es tarde. Ayer, a sus 48 años, Julián Hernández por fin pudo entrar en la discoteca Joy Eslava, de Madrid. No era la primera vez que el líder y cantante del grupo gallego Siniestro Total lo intentaba. Durante los años ochenta, tan lustroso local estaba vetado para ellos, unos "cafres" de actitud punk que acababan de llegar a Madrid procedentes de Vigo. "Una vez quisimos entrar", admite el propio Julián. "Hasta dijimos que éramos los Nacha Pop por si colaba. Ni así nos lo permitieron". Anoche, Julián Hernández, con traje de chaqueta y corbata roja, subió con su banda al escenario de Joy. "Somos un grupo de rock y tocamos a toda hostia", gritó. El millar de espectadores que abarrotaba la sala respondió con un pogo salvaje en las primeras filas.
Queda claro. Aunque los cinco miembros de Siniestro Total estén cerca de cumplir los cincuenta, siguen siendo una banda feroz. Lo de ayer, el primer concierto de la gira de celebración de sus 25 años, fue una simple comprobación de ello. Hubo rock, sí. También blues y rockabilly. Pero sobre todo, punk.
Un día antes, Julián fumaba sereno un cigarrillo en una sala de su discográfica. "No sé por qué, pero el alcohol y Dios son los dos temas más recurrentes de nuestro repertorio", comentaba tras unas gafas de sol. "Siempre hemos sido un grupo de bares, y lo de la religión, no sé. Será porque todos los españoles somos católicos por afirmación".
La visita a Madrid del grupo gallego, además de para conquistar Joy Eslava, se debía a otra razón: presentar su disco Que parezca un accidente, un recopilatorio de grandes éxitos grabado en los Salesianos de Vigo el 27 de diciembre de 2006. En el mismo sitio y a la misma hora donde el grupo había dado su primer concierto 25 años antes. "Estaba todo igual", explica Julián. "Lo único que faltaba era un cartel de Clint Eastwood que había desaparecido". Las imágenes de aquel concierto se pueden ver en el documental que acompaña al disco, que a través de imágenes inéditas -algunas caseras- se recoge un cuarto de siglo de lucidez y gamberrismo.
"Al primer concierto llegamos sin apenas saber tocar", recuerda Hernández. Corría el año 1981 y tocaron la políticamente incorrecta Ayatolah!, una canción grabada a fuego en el subconsciente de varias generaciones y la misma con la que ayer cerraron su concierto. ¿Un tema con trasfondo político? Nada de eso. "La vuelta de Jomeini a Irán coincidió con la época en la que se nos ocurrían las rimas más estúpidas. La máxima entonces era decir el mayor número de barbaridades en el menor tiempo posible".
En el interesante, aunque un poco deslavazado, documental que acompaña al disco también se puede ver un jovencísimo Germán Coppini, primer cantante de la banda, con una camiseta con la cruz gamada -también símbolo de provocación punk- en el mítico Rockola. Coppini cantaba: "Alaska, Alaska, aunque salgas en el Hola / no me tocarás la cola y no te llevarás la pasta". "La movida madrileña nos recibió muy bien en los ochenta. Sobre todo porque no éramos ni vascos ni catalanes, y los gallegos no damos miedo", recuerda Julián mientras enciende otro cigarro. "Y lo de Alaska ha resultado premonitorio. No hay más que ver donde fue hace unos días, al Baile de la Rosa, en Mónaco. Nosotros entonces, sin saberlo, ya lo sabíamos".
Sobrevivir a los ochenta no fue fácil. Pero pasados los noventa, el grupo también superó sus cambios de formación. Diecisiete discos después, ya se puede asegurar que Siniestro es una de las bandas más cachondas e influyentes del rock español. ¿Sin crisis? "Muchas veces hemos estado a punto de tirar la toalla", reconocen. "Ha habido crisis desde el principio. La primera fue cuando casi nos matamos en un accidente de tráfico el 20 de agosto de 1981 [el nombre del grupo viene del estado en el que quedó el coche]. Después nuestro cantante nos dejó para irse a Golpes Bajos... Así, hasta ahora".
Ayer, tras dos horas de concierto y 30 canciones, las camisas del grupo estaban empapadas. El grupo se despidió entre pompas de jabón. En la calle, algunos treintañeros todavía coreaban uno de sus estribillos clásicos: "Cuánta puta y yo qué viejo". Una estudiante erasmus miraba horrorizada. "No es fácil para un grupo aguantar 25 años, pero tampoco lo es para un panadero. El trabajo está hecho", sonríe Julián. ¿Y qué es lo próximo? "Queremos grabar un disco de country, a ver cómo nos sale. Y no estamos de coña".
La banda punk gallega arranca en Madrid la gira de celebración de sus 25 años y presenta un recopilatorio
Nunca es tarde. Ayer, a sus 48 años, Julián Hernández por fin pudo entrar en la discoteca Joy Eslava, de Madrid. No era la primera vez que el líder y cantante del grupo gallego Siniestro Total lo intentaba. Durante los años ochenta, tan lustroso local estaba vetado para ellos, unos "cafres" de actitud punk que acababan de llegar a Madrid procedentes de Vigo. "Una vez quisimos entrar", admite el propio Julián. "Hasta dijimos que éramos los Nacha Pop por si colaba. Ni así nos lo permitieron". Anoche, Julián Hernández, con traje de chaqueta y corbata roja, subió con su banda al escenario de Joy. "Somos un grupo de rock y tocamos a toda hostia", gritó. El millar de espectadores que abarrotaba la sala respondió con un pogo salvaje en las primeras filas.
Queda claro. Aunque los cinco miembros de Siniestro Total estén cerca de cumplir los cincuenta, siguen siendo una banda feroz. Lo de ayer, el primer concierto de la gira de celebración de sus 25 años, fue una simple comprobación de ello. Hubo rock, sí. También blues y rockabilly. Pero sobre todo, punk.
Un día antes, Julián fumaba sereno un cigarrillo en una sala de su discográfica. "No sé por qué, pero el alcohol y Dios son los dos temas más recurrentes de nuestro repertorio", comentaba tras unas gafas de sol. "Siempre hemos sido un grupo de bares, y lo de la religión, no sé. Será porque todos los españoles somos católicos por afirmación".
La visita a Madrid del grupo gallego, además de para conquistar Joy Eslava, se debía a otra razón: presentar su disco Que parezca un accidente, un recopilatorio de grandes éxitos grabado en los Salesianos de Vigo el 27 de diciembre de 2006. En el mismo sitio y a la misma hora donde el grupo había dado su primer concierto 25 años antes. "Estaba todo igual", explica Julián. "Lo único que faltaba era un cartel de Clint Eastwood que había desaparecido". Las imágenes de aquel concierto se pueden ver en el documental que acompaña al disco, que a través de imágenes inéditas -algunas caseras- se recoge un cuarto de siglo de lucidez y gamberrismo.
"Al primer concierto llegamos sin apenas saber tocar", recuerda Hernández. Corría el año 1981 y tocaron la políticamente incorrecta Ayatolah!, una canción grabada a fuego en el subconsciente de varias generaciones y la misma con la que ayer cerraron su concierto. ¿Un tema con trasfondo político? Nada de eso. "La vuelta de Jomeini a Irán coincidió con la época en la que se nos ocurrían las rimas más estúpidas. La máxima entonces era decir el mayor número de barbaridades en el menor tiempo posible".
En el interesante, aunque un poco deslavazado, documental que acompaña al disco también se puede ver un jovencísimo Germán Coppini, primer cantante de la banda, con una camiseta con la cruz gamada -también símbolo de provocación punk- en el mítico Rockola. Coppini cantaba: "Alaska, Alaska, aunque salgas en el Hola / no me tocarás la cola y no te llevarás la pasta". "La movida madrileña nos recibió muy bien en los ochenta. Sobre todo porque no éramos ni vascos ni catalanes, y los gallegos no damos miedo", recuerda Julián mientras enciende otro cigarro. "Y lo de Alaska ha resultado premonitorio. No hay más que ver donde fue hace unos días, al Baile de la Rosa, en Mónaco. Nosotros entonces, sin saberlo, ya lo sabíamos".
Sobrevivir a los ochenta no fue fácil. Pero pasados los noventa, el grupo también superó sus cambios de formación. Diecisiete discos después, ya se puede asegurar que Siniestro es una de las bandas más cachondas e influyentes del rock español. ¿Sin crisis? "Muchas veces hemos estado a punto de tirar la toalla", reconocen. "Ha habido crisis desde el principio. La primera fue cuando casi nos matamos en un accidente de tráfico el 20 de agosto de 1981 [el nombre del grupo viene del estado en el que quedó el coche]. Después nuestro cantante nos dejó para irse a Golpes Bajos... Así, hasta ahora".
Ayer, tras dos horas de concierto y 30 canciones, las camisas del grupo estaban empapadas. El grupo se despidió entre pompas de jabón. En la calle, algunos treintañeros todavía coreaban uno de sus estribillos clásicos: "Cuánta puta y yo qué viejo". Una estudiante erasmus miraba horrorizada. "No es fácil para un grupo aguantar 25 años, pero tampoco lo es para un panadero. El trabajo está hecho", sonríe Julián. ¿Y qué es lo próximo? "Queremos grabar un disco de country, a ver cómo nos sale. Y no estamos de coña".
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