miércoles, 27 de febrero de 2008

Nunca es tarde para cambiar

Por Soledad Gallego-Díaz en El País de 27 de febrero de 2008

Es difícil imaginar un debate electoral entre los candidatos a presidente del Gobierno de cualquiera de los grandes países europeos en el que no se mencione ni una sola vez el futuro de la Unión Europea. Imposible pensar en un debate electoral en Francia, Italia o Alemania en el que se analice y se hagan previsiones sobre la situación económica a medio plazo sin que los interlocutores aludan a las importantes decisiones que se habrán de tomar en el seno de la UE. Parece raro, pero eso fue exactamente lo que pasó durante el debate de la noche del lunes entre Rodríguez Zapatero y Rajoy. (¿Alguien se acuerda de que en la próxima legislatura, 2010, España tendrá que hacerse cargo de la presidencia de la Unión?). Esa fue una de las cosas extrañas del debate. Pero hubo otras. A primera vista, llamó la atención la absoluta falta de interés de los dos políticos por explicar sus planes y propuestas para los próximos cuatro años. Dándole una segunda vuelta, resulta casi igual de llamativo el hecho de que el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición analizaran el pasado manejando estadísticas absolutamente distintas sobre las mismas cosas. Quizás, si el formato hubiera sido otro y se hubiera permitido hacer su trabajo al propio Campo Vidal o a un grupo de periodistas (bien preparados e informados) hubiera sido posible aclarar a los confundidos espectadores que, por ejemplo, los dos candidatos se referían en algunos casos a periodos diferentes y en otros, a series parciales o totales, a su conveniencia. Quizás, un periodista les hubiera obligado a precisar mucho más el debate sobre la inmigración, insinuado de forma tramposa y peligrosamente demagógica por el candidato Rajoy, e insuficientemente contestado y aclarado por el presidente Rodríguez Zapatero. La cuestión ahora es plantearse si el segundo y último debate, el día 3, va a seguir por el mismo rumbo o si hay tiempo para modificarlo. Claro que es posible que se haya perdido ya una magnífica ocasión de atraer y emocionar a los ciudadanos. Nadie puede garantizar que en el próximo encuentro se alcance una audiencia tan formidable como la del lunes.

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