miércoles, 30 de enero de 2008

Educar contra la indiferencia

Por Xabier Etxebarria en El Correo de 30 de enero de 2008

El 30 de enero, aniversario del asesinato de Gandhi, se celebra el día de la no violencia, con su concreción para los educadores como día de la educación para la paz. En estas líneas quiero resaltar esta conmemoración haciendo hincapié en un aspecto en sí muy concreto para tal educación, y a la vez muy central: el que sea educación contra la indiferencia. Subrayo de arranque que se trata de un tema que nos afecta a todos, no sólo a los profesores, como destacaré al acabar.

La indiferencia puede ser situada entre los sentimientos. Pero de un modo un tanto atípico, como un no sentir ante alguien o algo que cabría esperar que nos provocara un sentir. Supone, por eso, desafección, no afectación emocional, imperturbabilidad ante ese alguien o algo. Con mi indiferencia, yo desactivo sus posibilidades de influencia en mí, lo anulo como agente que podría interactuar conmigo. En su límite, que no me afecte significa lo mismo que si no existiera.

¿Cuándo habrá que educar contra la indiferencia? Cuando se trate de un no sentir que quepa calificar de inmoral. En la gran mayoría de los sentimientos anida una ambigüedad: su calificación moral no les viene de ellos mismos, sino de la forma, la intensidad, la dirección que toman. Es lo que pasa con la indiferencia. La sabiduría clásica insistió en que conviene fomentarla frente a todo aquello que, cuando no se es indiferente, nos ata emocionalmente, encadena nuestra libertad; a lo que habría que añadir que también hay que impulsarla en el caso en que una no indiferencia ante algo inhiba nuestra relación solidaria con los otros. Esto es, hay una 'indiferencia' positiva de la que habrá que tomar cuenta educativamente, aunque hoy, para evitar confusiones, convendría llamarla no apego dependiente. Habrá que educar, por ejemplo, para que no se esté afectado por las identidades colectivas en modos y grados tales que lleven al fanatismo violento; o para que no haya afanes consumistas de tal intensidad que copen todo nuestro horizonte vital, toda nuestra capacidad de ser afectados por los otros.

De todos modos, no es éste el significado habitual de esta palabra. Hoy se la identifica, en general, con su vertiente inmoral. Mi indiferencia es inmoral cuando no me afecta lo que me debería afectar, cuando es indiferencia -insensibilidad- ante lo que no tendría que dejarme indiferente. Decisivamente, ante la persona sufriente y sujeta a vulnerabilidad, y más en concreto -es lo que hoy me corresponde subrayar- ante quien es golpeado por la violencia. Piénsese, entre nosotros, en cuánta indiferencia desampara a las víctimas del terrorismo, en cuánta indiferencia sume en la irrelevancia a las víctimas inmigrantes de pateras y cayucos. Esta no afección que hace que las víctimas no existan para mí, que no me perturben, es, en estos casos, el aliado objetivo de los violentos, de la violencia directa y de la violencia estructural. Todo esto hace evidente que la educación para la paz tiene que ser educación contra la indiferencia.

Los afectos que sentimos desvelan aquello a lo que damos vivencialmente importancia, así como el modo como se la damos. El no sentimiento de indiferencia cumple también esta función reveladora, pero en negativo, como él mismo: muestra en sí lo que no apreciamos, en concreto, que no apreciamos como se merece a la víctima. Ahora bien, se trata de un mostrar objetivo, que no se corresponde con un mostrar subjetivo. El que yo sienta rechazo por alguien hace manifiesto a mi conciencia que lo rechazo; por eso, o tenderé a encontrar justificaciones o me daré cuenta de que debo renunciar a rechazarlo. En cambio, el que alguien me sea indiferente, por definición, no me pone ante mí a ese alguien. Es decir, la indiferencia, subjetivamente, vela más que desvela, y por ese motivo nos adormece sin que nos sintamos dormidos. Podemos instalarnos en ella toda nuestra vida, si logramos bloquearnos bien ante lo que podría cuestionarla. La educación tendrá que estar preparada para afrontar esta inhibición subjetiva, para romper este bloqueo.

La indiferencia inmoral es siempre un autocentramiento desmesurado en uno mismo. En efecto, si más allá de la no vivencia afectiva que implica, nos preguntamos por su motivación y sentido, cabe encontrar la respuesta en varias direcciones: puede estar latentemente actuante en ella el menosprecio hacia el otro, como puede estarlo, también con frecuencia de modo inconfeso, el interés en que ese otro no me cree problemas, no me desinstale. La medida del egocentrismo se corresponde bien con la medida de la indiferencia hacia el otro: en su expresión más habitual, los que no nos dejan indiferentes son únicamente los otros cercanos con los que tenemos relaciones afectivas; en su expresión extrema, sólo yo mismo acabo no siendo indiferente a mí mismo. En ese momento, de los otros me afecta sólo lo que afecta a mi ego y porque me afecta; soy indiferente ante ellos incluso cuando parece que no lo soy. Por eso, educar contra la indiferencia es educar para expandir las fronteras de las personas que nos puedan afectar por ellas mismas, hasta lograr que alcancen a todos los humanos.

Como puede constatarse, si bien la tarea de educar contra la indiferencia es perentoria, las dificultades no son pequeñas. Pero hay vías para afrontarlas. Si la indiferencia es no ver lo que debería verse -a las víctimas- con apertura empática, lo que hay que intentar en la labor educativa es trabajar por educar la mirada, por enseñar a ver. El medio decisivo es hacer adecuadamente presentes, esto es, interpelantes, las experiencias de victimación, a través de los correspondientes relatos. A un sector significativo le llegarán al corazón, en su sentido más noble. Para otro sector resultará más difícil porque no sólo habrán puesto velos ante las víctimas, sino que las habrán despojado de su condición, para convertirlas en puros 'enemigos' o similares. A pesar de ello, incluso aquí, la vía decisiva es tratar de que vean de verdad a la persona víctima, de que les sorprenda pillándoles con las defensas bajas, para que sea ella la que rasgue esos velos y desmonte esos prejuicios.

Si la indiferencia se traduce en la no percepción real del otro, la no indiferencia se traduce, pues, en visión, y ésta a su vez en responsabilidad, esto es, en llamada a responder a ese otro, al otro víctima. El sentimiento empático que rompe con el no sentimiento indiferente no tiene que acabar en la mera emotividad. Está llamado no sólo a expresarse como sentimiento abierto a la racionalidad, sino a expandirse en acción solidaria, en compromiso por que se cumplan las medidas de justicia a las que tienen derecho los violentados. La educación contra la indiferencia es, por eso, educación por la responsabilidad. Puede aducirse que mal lo tenemos si queremos combatir una indiferencia apelando a una responsabilidad de la que se huye con la indiferencia. Pero no hay que despreciar el impacto afectivo que tiene el deber moral. E igualmente hay que tratar de acompañar esta llamada a ser responsables con la experiencia gozosa de sentirnos abiertos a ser afectados por todos los humanos, con la experiencia de sentir que somos plenamente cuando somos con los otros, con todos los otros.

Estas consideraciones van dirigidas, evidentemente, a quienes asumen tareas educativas regladas. Pero dije al comenzar que no las planteaba sólo para ellos. Porque entiendo que la educación sentimental -y la educación contra la indiferencia lo es- tiene los más variados lugares. Baste pensar en la relevancia de las influencias familiares a la hora de marcar las fronteras de nuestra indiferencia. O en la importancia de los medios de comunicación, al modular lo que se ve socialmente y el modo como se ve. O en el impacto del gesto ciudadano que se manifiesta ante la injusticia y la violencia. Etcétera. Nos toca, pues, a todos educar y ser educados, nos toca hacernos ver mutuamente cuáles son nuestras indiferencias y cuáles en cambio tienen que ser nuestras responsabilidades.

'Caramel' en Beirut

Por Maruja Torres en El País de 26 de enero de 2008




















Nadine Labaki


Caramel
lleva varios meses en cartel en Beirut y todavía se mantiene en una de las minisalas de un centro comercial, Sodeco, situado cerca de mi casa. La tarde en que fui a verla -hasta ahora me había resistido: tengo prejuicios contra los dulces en los títulos-, el aforo estaba medio lleno. Dos parejas de hombres que no eran pareja, sino amigos que habían decidido asomarse al mundo de esas mujeres que tienen cerca siempre y que desconocen. Tres señoras mayores, con aspecto de frecuentadoras de sesiones de tarde, aguardaban la proyección con cara de escepticismo, como si estuvieran allí sólo porque ya habían visto todas las películas que se pasaban en la ciudad. Una pareja heterosexual joven y risueña (sobre todo ella, que en vez de mirarle con la adoración de rigor parecía reafirmada por el simple hecho de haberle arrastrado al cine). Un grupo de mujeres que pasaban de la treintena y que, por la forma de vestir y arreglarse -nada importa tanto como el aspecto exterior de una mujer: Caramel en la vida misma- parecían profesionales liberadas. ¿Cristianas? Posiblemente, dado el barrio. ¿Alguna musulmana entre ellas? Probablemente, pues existen las tránsfugas, de día o a tiempo completo.

Se ha definido Caramel como "una comedia amable". Lo es. Si Nadine Labaki, su directora y protagonista, hubiera querido hacer una comedia negra sobre la libanesa e inútil impaciencia por la perfección física, se habría inspirado en las antesalas de las clínicas de estética, atiborradas de adolescentes orgullosamente anoréxicas y de malcasadas matadas a gimnasia, que hacen cola para que les inflen la boca, les reduzcan la nariz, les aumenten los pechos, les levanten los glúteos... o todo a una. Ésta habría sido una visión. Que no difiere mucho, por cierto, de la que podrían dar las clínicas de muchos países occidentales.

Al elegir un salón de belleza modesto -situado en los aledaños de Gemmayzeh, un barrio hermoso y venido a menos-, una estética a lo Almodóvar y una forma de narrar costumbrista y callejera que tiene mucho de la vieja comedia italiana sobre pobres pero guapos, Labaki definía el trazo principal de su película, que es, si me permiten el personalismo, el ingrediente más importante de cuantos alicientes ofrecen la ciudad y sus habitantes a quien esto firma: la ternura cotidiana que me retiene, que nos retiene a muchos aquí, no importa lo que pase.

Esa anciana que, desde un balcón, se hace meter en una bolsa atada a una cuerda papeles que le parecen cartas: yo la conozco de vista. No sé si hay sólo una o varias mujeres de su edad en Beirut que viven solas y han enloquecido y tienen el síndrome de Diógenes, pero, como son listas, se hacen recoger los desechos por otros. Esa calidez de los interiores, las charlas intrascendentes, los ojos oscuros, las sonrisas ilusionadas. Más que por el argumento -que, si se analiza, pese a la amabilidad del envoltorio depila en seco: el temor a envejecer, la dependencia del hombre, la soledad, con o sin él-, Caramel se saborea por lo que no sabemos definir quienes aquí vivimos. Un mundo de mujeres, sí. ¿Elegido, mejorado, conformista? De todo un poco. Y sin embargo, cuánta dulzura, y no en el título solamente.

Sales a la calle y la película se prolonga. Una vieja limpia lentejas con las gafas en la punta de la nariz, la palangana en el regazo; su hija de mediana edad le masajea la espalda. Habitan en una modesta vivienda de una planta, pegada a un rutilante banco de siete pisos.

Y los guardias siguen poniendo multas.

Feas

Por Elvira Lindo en El País de 30 de enero de 2008

Pocas y viejas. Así, tan reveladoramente, definía el presidente de E-Cristians a las asistentes a las manifestaciones proderecho a una ley de plazos (no proaborto, por favor, porque no hay nadie que desee realizar una actividad tan traumática). Por si la definición no nos había herido suficientemente, el escritor Juan Manuel de Prada nos la explicó, con sorna, en una columna. Lo que ese despreciativo "pocas y viejas" encerraba era un adjetivo que saltaba, al parecer, a la vista: feas. Mujeres feas que habían sobrepasado la edad de procrear y que por tanto deberían esconderse en su casa para que la libido, tan sensible, de ciertos varones no se viera afectada. Bien es cierto que no se sabe que en la historia de las reivindicaciones callejeras haya nada escrito sobre la edad, el sexo, la belleza o la raza que deben cumplimentar los manifestantes, y que la presencia de estas mujeres maduras apoyando la libertad de las jóvenes no responde sino a un deseo de solidaridad que, por cierto, debería haberse contagiado a muchos hombres, que en este tipo de casos muestran su indignación de forma perezosa. ¿Qué culpa tienen de que la naturaleza dejara caer la responsabilidad sobre los hombros de ellas?

Pocas, viejas, feas. Se podría respetar casi todo, incluso la no aceptación del aborto, si no fuera porque esa defensa de "la vida" nunca se reduce a ese acto sino que encierra una idea despreciable de la mujer, que nunca parece ser adulta para decidir sobre su propio destino. Viejas, feas. Adjetivos que escupe la boca de aquel que entiende que sólo se ejerce la masculinidad rebajando a las mujeres. Palabras que se siguen escupiendo en esta España que a veces se expresa como hace cuarenta años. Y es que para que algo hubiera cambiado en nuestra esencia eterna este artículo debiera haber sido escrito por un hombre.

sábado, 26 de enero de 2008

La legitimación democrática de los jueces

Por J. M. Ruiz Soroa en El Correo de 26 de enero de 2008

La política se está judicializando cada vez más, esto es un hecho constatado en toda Europa. Y, como consecuencia de ello, surgen por doquier legítimas voces críticas hacia la actuación de los tribunales, puesto que en definitiva éstos afectan con sus decisiones a intereses partidistas. En ocasiones, sin embargo, la crítica va más allá del concreto contenido de una decisión y llega a cuestionar no tanto su actuación puntual como la misma legitimación democrática de los jueces. O, por lo menos, a compararla desfavorablemente con la legitimación de los representantes elegidos por el pueblo. Se dice que éstos obtienen su legitimidad en un proceso democrático de elección, directa en el caso de los parlamentarios, indirecta en el de los gobiernos. Los jueces, en cambio, no son electos por nadie sino seleccionados mediante una oposición que garantiza como mucho sus méritos y capacidad técnicos, pero que nunca podrá crear legitimidad. De esta afirmación, objetivamente correcta, se transita con suma rapidez a la acusación de elitismo, corporativismo o casticismo como notas peyorativas características de los magistrados.

En todo esto late un gigantesco equívoco, probablemente derivado de nuestra escasa educación democrática (no nos engañemos, somos unos recién llegados a este particular mundo): el de creer que la única fuente de legitimidad en democracia es la elección pública y competitiva efectuada por los ciudadanos. De forma que los jueces, funcionarios seleccionados por la Administración sobre la base de unos obscuros procesos burocráticos, carecerían de legitimación propia como actores del proceso democrático. Sólo en aquellos raros casos en que los jueces son electos por los ciudadanos (la justicia norteamericana en sus circuitos más bajos) o designados por los parlamentos representativos (caso de las cortes supremas de algunos países iberoamericanos) poseerían una legitimación de origen. Pero el juez europeo, funcionario preparado pero no electo, adolecería de un incurable déficit de ella.

Pues bien, esta visión de la fuente de legitimación en democracia es equivocada por insuficiente: porque resulta que, junto a la elección, existe otro proveedor de legitimación en un Estado constitucional: la ley. Los jueces, ese «poder terrible» de que habló Montesquieu, se limitan a aplicar la ley elaborada por el parlamento que es por definición expresión de la voluntad popular. En la estricta sujeción a la ley encuentran los jueces su legitimación democrática, una legitimación que no es de origen, pero sí de ejercicio (Ignacio de Otto): al aplicar la ley no hacen sino aplicar la voluntad democrática de los ciudadanos. Por eso, es la sujeción a la ley y la exigencia de utilizar un razonamiento tipo que excluya cualquier criterio personal en su aplicación lo que garantiza la legitimidad de sus decisiones y las hace vinculantes en democracia.

Naturalmente, los jueces no son máquinas ni computadoras, son personas situadas en una concreta vivencia, social e ideológica: descubren la ley desde su subjetividad e, inevitablemente, a pesar de estar vacunados contra esa posibilidad, pueden sesgarla en el proceso de interpretación que conlleva su aplicación. Este es un riesgo que debe aceptarse en aras de la necesaria independencia judicial, y que puede mantenerse controlado mediante la multiplicación de las instancias revisoras que garantizan al final un grado importante de objetividad. Pero lo que nunca debe hacerse es fomentar desde instancias políticas o intelectuales el 'creacionismo judicial', el 'uso libre del derecho' o cualquier otro nombre que quiera darse a una práctica judicial en que los magistrados pueden interpretar la ley según las circunstancias del momento, o teniendo en cuenta ante todo las necesidades de la política. Porque a mayor libertad interpretativa del juez, menor legitimidad democrática de su función.

En estos últimos años, se está jugando en España con enorme inconsciencia a fomentar un uso políticamente correcto del derecho. Se está pidiendo a los jueces que apliquen o no las normas jurídicas según las conveniencias de la más pedestre y momentánea política: ahora sí, ahora no, ayer era delito, hoy debe ser permitido, pero mañana castigado. En lugar de modificar las leyes, adecuándolas a los legítimos deseos de las mayorías en el poder, se espera de los jueces que 'administren' sus contenidos y sus tiempos con arreglo a criterios extrajurídicos. Flaco favor hacen a la legitimidad de las instituciones judiciales quienes alientan estos comportamientos.

Pero junto a este que podríamos llamar 'mal común', preciso es reconocer que en el País Vasco tenemos uno particular. Aquí se ha convertido ya en uso y costumbre que las instituciones políticas dominadas por los nacionalistas encajen cualquier decisión judicial que no les gusta como un ataque a las instituciones mismas y, por elevación, al autogobierno, a la autonomía y, en definitiva, al pueblo vasco entero. Quien enjuicia (¿y no digamos quien condena!) a Atutxa o Ibarretxe está atacando a todos los vascos, por mucho que se trate de comportamientos personales, concretos e intransferibles de esas personas. La acusación, es obvio, no se tiene de pie, pero es preocupante la actitud política de fondo que revela.

Durante un tiempo he creído, como muchos otros, que el problema estaba en que el nacionalismo vasco veía a los jueces como 'un poder exterior', más en concreto, como 'un poder español'. Y que lo que perseguía al criticarlo con furiosas tarascadas era deslegitimar la democracia española ante la sociedad vasca. Que se trataba de un caso más de esa lucha soterrada y contumaz por malquistar el ánimo de los vascos contra todo lo que llega 'de Madrid'. Pero hoy me temo que hay algo más general y más grave: y es una concepción política global teñida de populismo y democratismo radical que no alcanza a comprender el papel de los jueces en una democracia, que los rechaza con indignación cuando intentan limitar al poder público o sancionarlo por sus excesos. Porque la cosa viene de lejos, ya desde que el actual diputado general vizcaino arremetía furibundo contra la Sala del Tribunal Superior (¿vasco!) que osaba corregirle su política de personal. O desde que las condenas del Tribunal de las Comunidades (¿europeo!) ponían coto a un uso abusivo del Concierto Económico. Y desde entonces no ha hecho sino empeorar: cualquier corrección judicial se interpreta como un ataque a la libertad de 'este pueblo'. Así es como se llega al sinsentido de un Gobierno que propone «dar respuesta a los jueces acudiendo a la consulta al pueblo mismo». O se replica a una decisión judicial convocando una manifestación.

En un alarde de lo que el nacionalismo entiende por independencia judicial, las Juntas Generales (23.01.08) se permiten «exigir» al Tribunal Superior de Justicia que sobresea de inmediato el 'caso Ibarretxe'. Es decir, hacen exactamente lo mismo que reprochan tan acerbamente al Tribunal Supremo en el 'caso Atutxa'. O bien un comentarista nos descubre que la justicia nunca puede contradecir al sentimiento jurídico del pueblo, idea brillante que (¿oh casualidad!) fue la doctrina jurídica oficial del Estado nacionalsocialista alemán.

Es probable que el origen de esta perversa concepción de lo que debe ser un régimen constitucional moderno se encuentre en los orígenes ideológicos del mismo nacionalismo vasco, un origen sabiniano que nunca ha querido revisar. Porque Sabino Arana era demócrata, quién lo duda, pero nunca fue liberal. Es más, consideró al liberalismo como un extravío, y al constitucionalismo francés de 1789 como el más nefasto suceso de la historia europea. En su doctrina el pueblo es soberano, sí, pero no hay lugar para las limitaciones a la voluntad democrática y los 'checks and balances' que introdujo precisamente el constitucionalismo liberal. Y esa carencia se nota hoy en sus seguidores, que contraponen estúpidamente la voluntad del pueblo con la decisión de unos jueces, sin apercibirse siquiera de que se trata de planos distintos, de cuestiones profundamente diversas. Sin darse cuenta de que, en la modernidad, una sociedad sólo es libre cuando existen unas leyes y unos jueces capaces de limitar sus excesos. Pues la peor tiranía es la de la mayoría de un pueblo que se cree omnipotente (la 'oclocracia' de que hablaban los clásicos).

Hoy el nacionalismo sacará a las calles al pueblo a reclamar libertad. Y tendrá éxito, sin duda. Pero muchos ciudadanos sentiremos que nuestra libertad no la garantiza ese pueblo que se manifiesta exultante, sino la existencia de unas leyes y de unos anónimos jueces que lo limitan, que no le dejan hacer su voluntad libérrima. Y que así siga siendo.

Consensos indeseables

Por Fernando Savater en El Correo de 26 de enero de 2008

No hace falta que lo repitamos ni una vez más: en las cuestiones políticas más relevantes, alcanzar consensos operativos entre los grandes partidos o fuerzas sociales es por lo común deseable puesto que garantiza estabilidad y eficacia. Sin embargo, también puede ser en ocasiones un modo de asfixiar las voces que reclaman salvaguardias contra la razón de Estado o de rechazar planteamientos nuevos que trastornan la plácida rutina vigente. En tales ocasiones, esos consensos resultan más opresivos que beneficiosos.

Por ejemplo, y no menor: durante gran parte de la legislatura hemos añorado decisiones unánimes de socialistas y populares frente al terrorismo, tanto en sus aspectos milicianos como políticos. No los hemos tenido, por culpa de las flagrantes falsedades gubernamentales y de la truculencia sin matices de la oposición. Finalmente se han puesto de acuerdo, pero en una cuestión escabrosa, que poco hace a favor de nuestras garantías legales (base de las libertades civiles): han aprobado conjuntamente rechazar la petición de las minorías parlamentarias que reclamaban la comparecencia del ministro de Interior para aclarar en la medida de lo posible las sospechas de tortura a los dos últimos etarras detenidos.

Por supuesto, investigar posibles abusos delictivos no supone desconfiar de antemano de la Guardia Civil ni negar su presunción de inocencia. Y eso lo sabe mejor que nadie la propia Guardia Civil, parte de cuya imprescindible tarea es indagar y despejar sospechas sobre cualquier ciudadano. Ni ustedes ni yo perdemos nuestra dignidad cívica -aunque sí demasiado tiempo a veces, la verdad- pasando controles en los aeropuertos o dejándonos cachear a la puerta de los edificios oficiales. Son medidas para evitar los delitos, no acusaciones personales que cuestionen nuestra honradez. Lo mismo pasa cuando hay denuncias de tortura. Por desgracia la tortura ha existido y todo indica que ocasionalmente sigue existiendo, según han señalado insistentemente instancias nacionales e internacionales que no siempre van a estar al servicio de la conspiración terrorista como pretende la derecha cerril (ahora apoyada por los cuentistas progubernamentales, que habrían reaccionado de otro modo si el ministro de Interior hubiera sido Mayor Oreja, por ejemplo). Aclarar caso por caso lo ocurrido es una garantía para defender la profesionalidad de las fuerzas de seguridad y también para poder exigir responsabilidades penales, sea por calumnias a unos o por malos tratos a otros. Por eso hubiera sido aconsejable escuchar la explicación parlamentaria de Rubalcaba, cuya forzada ausencia no favorece a las instituciones que pretendemos defender.

No es el único consenso mayoritario que tiene poco de progresista, es decir, de políticamente emancipador. Hace unos meses, ERC propuso debatir sobre la Renta Básica de Ciudadanía, una asignación fija para todos los ciudadanos -sea cual fuere su renta o incluso si carecen de ella- que sustituiría a las formas actuales de seguridad social y replantearía la idea misma de la obligación laboral basada en la mera productividad. O sea, un nuevo concepto de trabajo donde abundan las máquinas y sobra mano de obra. Es un tema aún teórico, con múltiples dificultades prácticas y con ribetes utópicos pero que se discute en muchos foros europeos ilustrados y que no merece ser despachado con un simple encogimiento de hombros. Sin embargo, ésa fue su suerte en el Parlamento. Suscitó algo peor que el rechazo, el desinterés ridiculizador y barato: algunos parlamentarios, como el peneuvista Emilio Olabarria, lo descalificaron diciendo que propone pagar a la gente por no trabajar, jo, jo, una visión tan perspicaz como la de quienes ante un cuadro de Kandinsky aseguran que éso lo hace mejor su nene de cuatro años.

Suerte parecida sufrió otra propuesta, ésta de IU, para despenalizar el uso de cannabis, en razón de la completa inocuidad del producto (causa más trastornos por reacciones alérgicas la aspirina que la marihuana) y en nombre de la autonomía individual. Pues nada, horrorizado rechazo general. Una diputada del PP, a la que se le nota la cultura médica e histórica, dijo que sería como «legalizar el genocidio». Menciono estas dos propuestas de grupos cuyas otras opiniones no comparto en muchos casos para subrayar que las ideas interesantes o razonables, aunque vayan a contracorriente, deberían ser apoyadas por los progresistas vengan de donde vengan. Espero que UPyD, cuando esté en el parlamento, lo haga así y no se sume a los cómodos consensos de los rutinarios.

Pero tales connivencias indeseables (sobre todo cuando faltan las que serían realmente imprescindibles) no son exclusivas de los partidos políticos. También las practican con todo desahogo los medios de comunicación en algunos casos. Por ejemplo, el silencio apenas alterado en torno a los cada vez más vergonzosos episodios el día de la izada en la fiesta de San Sebastián y en la concurrente tamborrada de Azpeitia. Este año ha habido más pancartas y símbolos de apoyo a ETA (directamente a ETA, sin los habituales intermediarios) que nunca, tanto en la plaza de la Constitución y entre los asistentes al festejo mismo. O sea lo mismito que dice el concejal socialista Ernesto Gasco: «Ha sido una fiesta extraordinaria desde todos los puntos de vista, con más gente que nunca y todo ha funcionado a la perfección». De modo que todo el mundo punto en boca, desde el más modesto gacetillero dedicado a hacer 'ñoñostiarrismo' de ocasión a destajo hasta el ínclito Iñaki Gabilondo, con el tambor de oro como mordaza y los otros tambores por corbata. Y en Azpeitia aún peor, claro, porque aquello ya no lo comentan ni los escasos medios que aún se preocupan de lo que ocurre en San Sebastián, capital al fin y al cabo. Tiene gracia en cambio que los mismos que no prestaron atención o silenciaron el akelarre batasunero de Azpeitia se hayan admirado del desparpajo con que el etarra Martín Sarasola corre tan tranquilo la San Silvestre en esa misma villa, entre bomba y bomba. ¿Hombre, por qué se va a privar! Los que no podríamos participar en la prueba ni siquiera presenciarla tranquilamente seríamos María San Gil o yo, entre otros muchos. Pero con que todos nosotros nos quedemos en casa, renunciemos a ir a la plaza de la Constitución para poner carteles contra ETA y no le estropeemos la fiesta a quienes han decidido que con no mirar al logotipo del hacha y la serpiente ya está todo arreglado, unas fiestas de lo más estupendo, oiga. ¿Ni siquiera han asesinado a alguien en cualquier sociedad gastronómica, como otras veces! De modo que la cosa ya se va arreglando. Con razón asegura nuestro lehendakari que esta sociedad vasca tan consensuada va a acabar con el terrorismo cualquier día de éstos, en cuanto le dejen los malvados jueces madrileños y la perversa Guardia Civil Pues nada ya saben: a creérselo todo el mundo.

viernes, 25 de enero de 2008

Persépolis

Por Fernando Savater en la página de ¡Basta ya!

Hay iniciativas políticas (o, mejor dicho, iniciativas de los políticos) que no son ni buenas ni malas sino meramente vacuas, aunque –eso sí- suelan ser muy aparatosas y a veces despilfarren demasiado dinero público. Como creo que la llamada Alianza de Civilizaciones inventada por Zapatero y cerebros aledaños pertenece a este género epiceno, tampoco hay que tomarse la cosa muy a la tremenda. Mucho daño no creo que haga, aunque desde luego resulta obvio que utilidad tiene poca. El nombre es un disparate y los objetivos son tan inasibles como una mermelada de azogue aunque, eso sí, las intenciones que demuestra son buenas, es decir tan aptas para empedrar el infierno como las mejores del ramo.

Por lo visto se trata de llevarse bien con los musulmanes, algo contra lo que nada cabe objetar. Lo que no tengo claro es quien se lleva mal con ellos. Si se trata de los fieles de otras religiones, no conozco comandos de episcopalianos o de católicos que vuelen mezquitas (aunque a veces no les guste mucho que proliferen en sus ciudades) o dinamiten trenes en Arabia Saudita, de modo que por ahí no debe ir el peligro. En cuanto a los ateos (que por lo visto no pertenecemos a ninguna civilización, ya que éstas parecen definirse con criterios religiosos) nos llevamos en principio bien con todos los feligreses, siempre que sus dogmas no pretendan imponerse al resto de la población ni pasen a ser temario obligado en la educación pública. Y desde luego siempre que no se nos coarte la libertad de expresión en cuanto a lo que pensamos de las religiones. Resulta dolorosamente obvio que los incrédulos lo tenemos más fácil –aunque nunca demasiado fácil- en las democracias laicas que en países como Irán o Afganistán, por lo que oímos contar.

Según sus promotores, la dichosa Alianza se basa en el postulado de que cuanto más se conozca la religión del vecino mejor nos llevaremos con él. Nada menos seguro. Por experiencia personal puedo decir que cuanto más conoce uno de la historia y entresijos ideológicos del catolicismo, menos gusta el invento y con mayor recelo se mira a los que tienen la fe del carbonero. De modo que es sumamente probable que lo mismo pase si nos da por estudiar a fondo el Islam o el judaísmo. A diferencia de Carla Bruni y otras maravillas de la naturaleza o el arte, las religiones no mejoran vistas de cerca.

Pero, en fin, vamos a echar una mano a la Alianza. Yo les recomendaría difundir el estupendo cómic “Persépolis”, de la iraní Marjane Satrapi (editado en castellano por Norma), sobre el que también se ha hecho una película. Cuenta la peripecia biográfica desde la infancia hasta la primera juventud de una chica a la que toca vivir primer bajo la dictadura del Sha y luego bajo los ayatollás integristas, con alguna escapada a Europa en el que debe comer el amargo pan de la extranjería. Es un relato candoroso y lleno de humor, pero emocionante, de alguien que busca su libertad personal entre intransigencias teológica y abusos de poder. Si yo debo pertenecer a alguna civilización, que me apunten a la misma de Marjane Satrapi. Dice Zapatero que la Alianza viene a llenar un vacío. No sé a cual se refiere, pero estoy seguro de que “Persépolis” puede remediar en parte el vacío craneal de algunos beatos indocumentados.

jueves, 24 de enero de 2008

Casi mil 'mentiras' para ir a la guerra

En elmundo.es, 24 de enero de 2008

  • Compila declaraciones similares de Bush y los principales miembros de su Gobierno
  • La base demuestra la creciente belicosidad de las declaraciones desde agosto de 2002
  • Con más de 380.000 palabras, está coordinada por la organización 'Integridad Pública'

Imagen de archivo de una de las pruebas presentadas en el Consejo de Seguridad de la ONU por el entonces secretario de Estado de EEUU Colin Powell, para demostrar que Irak conservaba armas de destrucción y tenía vínculos con Al Qaeda. (Foto: AP)
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Imagen de archivo de una de las pruebas presentadas en el Consejo de Seguridad de la ONU por el entonces secretario de Estado de EEUU Colin Powell, para demostrar que Irak conservaba armas de destrucción y tenía vínculos con Al Qaeda. (Foto: AP)

CÉSAR MUÑOZ ACEBES (EFE)

WASHINGTON.- "Sadam Husein tiene armas de destrucción masiva", "posee armas biológicas y químicas", y "no queremos que la prueba sea un hongo atómico", son algunas de las casi mil frases que llevaron a EEUU a la guerra y que han sido recopiladas para escarnio de su Gobierno por la organización 'Integridad Pública'.

En un momento en el que George W. Bush tiene la vista puesta en su legado, en su futura biblioteca presidencial y en definir su huella en la historia, como se ha vuelto común entre los mandatarios estadounidenses en su último año de mandato, una organización no gubernamental ha rescatado palabras que él bien quisiera olvidar.

Se trata de 935 declaraciones falsas realizadas por Bush y otros siete altos funcionarios de su Gobierno en poco más de dos años, en las que afirmaron sin duda posible que Irak poseía armas capaces de matar de un plumazo a cientos de miles de personas o que tenía vínculos con la red terrorista Al Qaeda.

La base de datos está disponible en www.publicintegrity.org, la página web de la organización 'Integridad Pública'.

'Ataque preventivo' contra el revisionismo

Su objetivo es lanzar un 'ataque preventivo' contra el previsible revisionismo histórico en el que se afanarán los partidarios de Bush para imponer su punto de vista sobre lo que pasó, según dijo Charles Lewis, el fundador de la organización y autor principal del estudio.

El valor del compendio no está en ofrecer información nueva, sino en haber juntado declaraciones similares de Bush y los principales miembros de su Gobierno que suenan como el retumbar de los tambores y el sonido metálico de los clarines en una marcha irrevocable hacia la batalla.

Por ejemplo, si se escribe 'hongo atómico' en el programa de búsqueda de la base de datos, sale esta declaración de Rice de septiembre de 2002:

Imagen de archivo de febrero de 2003 de responsables iraquíes del régimen de Sadam siguiendo el discurso de Powell en la ONU, durante la presentación de las pruebas contra Irak . (Foto: AP)
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Imagen de archivo de febrero de 2003 de responsables iraquíes del régimen de Sadam siguiendo el discurso de Powell en la ONU, durante la presentación de las pruebas contra Irak . (Foto: AP)

"Sabemos que él (Sadam Husein) procura un arma nuclear. Sabemos que ha habido envíos a Irak de tubos de aluminio que sólo sirven realmente para programas de armas nucleares... No queremos que la prueba irrefutable sea un hongo atómico".

Días después, Bush afirmó: "El régimen iraquí posee armas biológicas y químicas, reconstruye sus instalaciones para hacer más y, según el Gobierno británico, podría lanzar un ataque biológico o químico en 45 minutos".

Y un mes antes, el vicepresidente, Dick Cheney, dijo en un discurso: "No hay duda de que Sadam Husein tiene ahora armas de destrucción masiva".

Ahora se sabe, no sólo que estaban equivocados, sino que no comunicaron al público las reservas sobre los presuntos arsenales iraquíes que tenían algunos analistas dentro de las propias agencias de inteligencia de Estados Unidos.

Sobre la afirmación de Cheney de agosto de 2002, uno de los altos directivos de la CIA comentó más tarde: "nuestra reacción fue, ¿de dónde saca esa información? ¿Tiene una fuente que no conocemos?". Esta declaración también ha sido recogida por 'Integridad Pública'.

Perino: el estudio lo 'saca todo de contexto'

Dana Perino, la portavoz presidencial, dijo este miércoles que el estudio "está equivocado porque saca todo de contexto" y aseveró que debería incluir también las declaraciones de congresistas y "personas en el resto del mundo".

"Como ustedes recordarán, formábamos parte de una gran coalición de países que derrocaron a un dictador sobre la base de un entendimiento colectivo de los datos de inteligencia", remarcó Perino.

Lewis rechazó ese argumento. "Esa respuesta es otra muestra de que no aceptan ninguna responsabilidad, de que la culpa es de las agencias de inteligencia o de otros países. Es más desinformación", dijo Lewis, quien es profesor de la Facultad de Periodismo de American University.

Belicosidad 'in crescendo'

La base de datos, que contiene 380.000 palabras, muestra que las declaraciones belicosas se intensificaron entre agosto y noviembre de 2002, cuando la administración presionaba al Congreso para obtener la autorización para ir a la guerra.

También aumentaron entre enero y marzo de 2003, para preparar al público para la invasión de Irak, iniciada el 19 de marzo.

Entre ellas está la siguiente afirmación del entonces secretario de Defensa, Donald Rusmfeld, de agosto de 2002:

"El régimen de Irak ha sido muy hábil en la manipulación de la prensa y en extender desinformación... Todo lo que dicen o hacen se publica como si fuera verdad y se divulga repetidamente en todo el mundo".

lunes, 21 de enero de 2008

Saludos cordiales

Por Santiago Solari en el País de 21 de enero de 2008

Al concluir esa corografía para titanes, esa bellísima y brutal batalla reglamentada que es un partido de rugby, los jugadores se saludan cordialmente en el campo y, luego de pasar por los vestuarios, se reencuentran con sus oponentes en un terreno neutral, sin disputas. Un espacio en el que se reconoce el coraje, el talento y la nobleza del adversario, pero también se aceptan errores o se liman asperezas que hubieran podido surgir en el fervor de la lucha. Ese territorio sagrado donde se cierra la parte competitiva y se abre la posibilidad de encontrar a la persona que hay detrás del jugador se llama tercer tiempo.

Con la jornada que inauguró el 2008, la Liga italiana vio a los jugadores de los distintos equipos agruparse en el centro del campo al final de cada partido para darse un apretón de manos, una propuesta de la Lega nazionale professionisti, que de esta forma institucionaliza y ordena una manifestación que previamente se efectuaba de manera espontánea pero desordenada y siguiendo los ánimos individuales. Como sucede siempre que las iniciativas vienen acompañadas de nuevas formalidades de las que previamente se estaba absuelto (antes nadie notaba cuando un jugador no quería saludar a su adversario y se marchaba sin más al vestuario), la propuesta fue acusada de superflua, de generar una situación poco espontánea e incluso de estar creando un momento de hipocresía. En realidad nadie está obligado a asistir a este ritual de despedida y camaradería, ya que no están previstas sanciones de ningún tipo en caso de no presentarse, más allá de la mediatización del malhumor o los malos modos de quien realiza el desplante. La intención que se adivina detrás de la iniciativa es edificante en estos tiempos en que la violencia no cesa de girar alrededor del fútbol. Como esas bacterias que flotan en el aire esperando algún síntoma de debilidad para meterse en el organismo y atacarlo, éste devuelve una señal de valores, de caballerosidad, de educación. El futbol devuelve un antibiótico.

La imagen es poderosa: vencedores y vencidos aparcan el juego y los combatientes se saludan en senal de respeto mutuo. El espectador, sensible, percibe el sentido del ritual y lo hace propio, lo incorpora en su lenguaje emocional, entiende que la contienda fue puramente deportiva y que terminó allí, sin rencores, como en el abrazo de los boxeadores tras la dura pelea.

Diariamente utilizamos cientos de convenciones sociales a las que nadie está obligado, pero que son básicas para convivir en armonía; una de ellas es el saludo. Que carezca o no de espontaneidad es poco importante cuando se trata de enviar una señal o un ejemplo, cuando se intenta contagiar valores opuestos al resentimiento o la agresividad. El saludo es un gesto ancestral de respeto, y negarlo por cuestiones futbolísticas sería elevar el fútbol a una categoría a la que no pertenece, o no comprender que lo que sucede en un partido difícilmente deja de ser parte de un juego.

La decisión de la Lega de llamar tercer tiempo a esta nueva despedida consensuada es una exageración nominativa, pero está llena de buenas intenciones. En el rugby este ritual significa mucho más que un saludo cordial. Allí, entre tragos y charlas, los deportistas se permiten conocerse sin máscara ni armadura, y despojados de la camiseta y los colores del equipo hay un acercamiento distinto, la posibilidad de relacionarse con el oponente en términos amistosos. Al fútbol todavía le queda mucho por aprender de otras disciplinas y esta pequeña apropiación del tercer tiempo del rugby es un paso más en el intento de transmitir a los aficionados los verdaderos valores del deporte.

domingo, 20 de enero de 2008

Reference books? Give me Wikipedia

Por Magnus Linklater en The Times de 16 de enero de 2008 (leído en Tribuna Libre)

There is more than an echo of that arch patrician, Lady Ludlow, in the scathing criticism being directed against the internet and its unlimited diet of free information. She it was, in the BBC’s delectable serialisation of Mrs Gaskell’s Cranford, who dismissed the notion that the lower classes should be given access to education. Teaching them to read, she said, would simply distract them from saying their prayers and serving the landed gentry.

Today it is the University of Google that stands accused of purveying the new socialism by offering equality of information to everyone. Modern students, say the critics, are being handed unlimited supplies of dubious facts from online sources such as Wikipedia, without the means of distinguishing between the good and the bad. Because they no longer have to sift through books and carry out their own research, the students’ sense of curiosity has been blunted. The internet provides “white bread for the mind” and it is breeding a generation of dullards.

Let them read books, commands the impressively named Professor Tara Brabazon, of the University of Brighton where she is Professor of Media Studies. She says that she has banned her own students from using Wikipedia or Google as research sources, and insists they read printed texts only. In a lecture, she argues that only thus will we produce the critical thinkers that the nation needs.

I fear the professor is blaming the messenger rather than the message. It is not the uneven quality of facts found on the internet that is to blame for uninquiring minds, it is the way they have been taught to think - and the way their written work is marked.

I doubt if there is any difference between the undergraduates of my generation, who crammed for exams by creaming off selected quotes from recommended texts and then learning them by rote, and those of today who download convenient passages from Wikipedia. The difference lies in the use they make of the material. If they are encouraged to believe that predigested information is an end in itself, and if they are then given high marks for the result, they will simply conclude that that is the outcome that society requires of them.

If, on the other hand, they learn that they have a gateway to knowledge unprecedented in the history of man, and that this opens up access to sources of information that they might never have glimpsed as they struggled with poorly equipped libraries unhelpful staff and unimaginative lecturers, then they will realise that, far from blunting curiosity, it sharpens it.

Academics like Professor Brabazon reveal a Ludlow-like snobbery towards Wikipedia that is becoming ever harder to justify as the site itself improves. A year ago, the Encyclopaedia Britannica was outraged when the magazine Nature carried out a comparison between it and Wikipedia, and concluded that the service offered by the two were more or less on a par (Britannica had 2.9 minor errors per article, Wikipedia had 3.9).

The difference today is likely to be even less, because Wikipedia can correct itself so swiftly. That it is open to outside contributors of uncertain quality is part of its nature. But precisely because of this, there are thousands of eagle eyes ready to pounce on errors of fact or interpretation. Vandal editing - the deliberate distortion of facts by people known in the trade as “sockpuppets” - is now routinely detected, and particularly vulnerable pages are protected from interference.

Of course, there is always the risk of inaccurate information. But is any dictionary, encyclopaedia or historical work immune from it? Should I trust Macaulay’s error-littered, Whig-biased History of England simply because it is bound in leather and will take a trip to the library to find? Is the New Oxford Dictionary of National Biography to be relied on because it has 60 volumes and a worldwide reputation, or should I listen to the detractors who have found errors in its entries for Jane Austen, Florence Nightingale and George V? And is the Britannica quite as magisterial as its title suggests?

I did a quick test on my own, looking up Nancy Mitford (I’m a fan) and judging the results on time and accuracy. Wikipedia gave me four pages of almost 100 per cent accurate information (I rang her niece, Emma Tennant, who spotted one small error), together with 33 links to related characters and a 16-line bibliography suggesting further reading. I got the whole lot in ten seconds.

The Britannica required a 20-minute trip to my nearest library. It gave me 350 words and a bibliography with one entry (Harold Acton’s memoir). The online version offered the chance of signing up to a 30-day free trial, but still required my credit card details, replete with reassurances about taking my privacy “very seriously” - always a worrying sign. The DNB provided by far the best and fullest entry (but so it should). However, a month’s subscription costs £29.35, and a year will set you back £195 plus VAT.

What Professor Brabazon and cohorts of internet critics appear to be advocating is that those who require reliable information - the academic term is “peer-reviewed” - should be made either to work for it, or to pay for it. Curiosity, it seems, can only be stimulated by trawling library shelves or by shelling out substantial amounts of money.

The rest of us must fall back on the poor man’s legacy, the internet, where we will encounter trivia, inaccuracy and lazy opinions lazily received. It’s a useful caricature, of course, for those whose business it is to maintain a two-tiered society. But it suggests that not much has changed since the Church railed against men like Wycliffe and Tyndale who had the temerity to translate the Bible from Latin into English and thus allow it to be read by the great unwashed.

sábado, 19 de enero de 2008

El sexo adolescente se salta la seducción

Por Tereixa Constenla en El País de 19 de enero de 2008

Las referencias en televisión y pornografía borran el erotismo - El inicio llega a los 14 años sin tabúes, más lúdico, pero reproduce roles de género y mantiene el ansia de impresionar

Ya no es tabú ni pecado. A los 14 años, como media, los adolescentes españoles se estrenan en las relaciones sexuales. A los adultos les sorprende esta precocidad porque la comparan con su propia experiencia, pero si se contrasta con la iniciación de jóvenes de países cercanos no hay lugar para el asombro. Ingleses, franceses o portugueses experimentan antes. La edad de inicio es quizás el cambio menor. La concepción de la sexualidad tampoco es la misma. Ya no está rodeada de lastre religioso ni de moralina oscurantista. Ahora es lúdica, algo corriente, parte del ocio, un intercambio entre amigos, algo que hay que hacer. Y se asimila, sobre todo, a partir de la publicidad, la televisión, el cine, internet y la pandilla, lo que ayuda a transmitir mitos erróneos y aviva algunos miedos. Unos nuevos. Otros, como el tamaño de marras, de toda la vida.

"La gente está como desesperada por hacerlo antes de los 18, como si fuera un fracaso no hacerlo antes. Incluso se tienen relaciones antes de los 14, se ve normal". El testimonio de Jesús V. J. es doblemente valioso. Tiene 17 años, estudia 2º de Bachillerato y aspira a ser ingeniero de Telecomunicaciones. Desde los 15 transmite información sexual a otros jóvenes tras formarse como mediador en un curso del Instituto Andaluz de la Juventud. "Lo que más piden es información sobre cómo ponerse el preservativo".

Jesús constata tendencias observadas por los expertos. Por ejemplo: el uso de la pornografía. "Está normalizado, ver películas porno es algo típico". Si no hay otro modelo que lo contrarreste, el resultado es la construcción de una sexualidad genitalizada y machista. Y la muerte de la sensualidad y el erotismo.

"No hay ceremonias de seducción, es el aquí te pillo, aquí te mato. El sexo es penetración", suelta tajante la pedagoga argentina Nora Rodríguez, autora del libro ¿Hablas de sexo con tus hijos? (editorial Temas de Hoy, 2007). "La influencia de la pornografía es total. Se ve en las posturas contorsionadas, en lo que importa el tamaño del pene, en la degradación del cuerpo de la mujer y en que creen que el sexo es algo rápido e impecable, penetración y genitalidad", detalla.

Para escribir ¿Hablas de sexo con tus hijos?, Rodríguez entrevistó a adolescentes y también compartió algunas horas de marcha juvenil. Le sorprendió la pervivencia de algunos fantasmas. "Ves a las chicas tan modernas, con sus piercing, sus minifaldas y te sorprende descubrir que siguen esperando al príncipe azul igual que hace 60 años, lo que quiere decir que si el chico que les gusta no quiere usar el preservativo no harán que se lo ponga para evitar que se vaya con otra".

No es una impresión aislada. En un estudio del Ministerio de Sanidad y Consumo sobre la utilización de métodos anticonceptivos en jóvenes, se alerta sobre las desigualdades de género: "En las chicas más que en los chicos, y en las clases medias altas más que en las clases medias y medias bajas, se aprecia un cambio de los citados estereotipos en una línea más igualitaria. Sin embargo, hay otros sectores sociales en los que siguen vigentes los estereotipos más tradicionales y en los que las chicas tienen menor capacidad de decidir libremente sobre cuándo y cómo mantener las relaciones sexuales".

Pero Nora Rodríguez también descubrió nuevos hábitos sexuales: el chill-out, el bluetooth o el sexo azul. El primero consiste en dejarse llevar: "Como soy joven, fuerte, guapo y vital puedo dejarme llevar y no usar el preservativo en la penetración, es el sexo como riesgo".

No es una moda seguida masivamente. Para tranquilizar a los padres véase la infografía de esta página: los jóvenes españoles usan anticonceptivos en mayor medida que los franceses, portugueses e ingleses. Los seguidores del chill-out serían el 10% de los chicos y el 4,3% de los chicas de 15 y 16 años que tuvieron alguna relación sexual, según el último estudio internacional sobre Hábitos de Vida y Salud en Adolescentes (HBSC) difundido, correspondiente a 2002.

La segunda práctica citada por Nora Rodríguez se mantiene con desconocidos a los que se ha contactado a través de la tecnología bluetooth. El sexo azul es, aclara la pedagoga, el que se obtiene después de tomar Viagra, a la que recurren algunos para neutralizar el efecto del exceso de alcohol y drogas. Porque no se puede fallar. "Hay mucho miedo a quedar mal y una necesidad de estar siempre excitado, feliz", sostiene Rodríguez.

Lo corroboró un estudio del Instituto de la Juventud (Injuve) entre chicos de 15 a 19 años. En la antesala de la primera vez, a los chicos les pesa "no dar la talla" y no saber ser "varón maduro". A las chicas las atenaza "el miedo al abandono", al "engaño", al "daño" y a no ser "suficientemente deseadas".

En esta investigación se hurgó en el peso de la pandilla. Concluyeron que la sexualidad adolescente "se ejercita en grupo" aunque con diferencias entre unas y otros. Ellas se sienten "presionadas" y "enjuiciadas". Ellos "celebran" sus relaciones. Hay una convicción que planea sobre casi todos: "Los chicos siempre quieren y las chicas siempre pueden".

De nuevo, Jesús ofrece su experiencia. "Los chicos hacen todo lo posible para que se sepa, con las chicas es distinto, con ellas hay bulos". Apostilla la segunda convicción con las diferencias de comportamiento ante el sexo oral, habitual en un sentido y raro en otro: "Se da más de chica a chico porque es él el que tiene más ganas de hacerlo".

Entre los jóvenes entrevistados para el estudio del Injuve, el sexo es "básicamente el ocasional". Es el que se obtiene en momentos de ocio, un "paréntesis" en las normas "sin límites" para el disfrute. "Caben alcohol, estimulantes, frivolización, contactos y no caben el compromiso, la prudencia y el cálculo".

Las vivencias de Jesús no concuerdan plenamente con el resto del estudio: los jóvenes de su pueblo tienen sexo en pareja. Tal vez porque no hay una foto fija, un retrato uniforme y homogéneo de la sexualidad de los jóvenes de hoy. La sociedad española es un mapamundi de familias reconstituidas, tradicionales, unipersonales y homosexuales. Aunque corten temporalmente los lazos con los seres que superan las dos décadas de vida, los adolescentes no son ajenos a su entorno. A semejanza de los adultos, hay jóvenes homosexuales y jóvenes homófobos. Descubrir que la orientación sexual de uno no es la predominante en su entorno a una edad en la que se vive por y para el entorno puede desestabilizar a muchos adolescentes. "El proceso de aceptación es muy duro porque la presión del entorno determina muchísimo", expone Francisco Jesús Pérez, presidente de Entiendes, una organización juvenil de la federación Colegas de lesbianas, gays y transexuales.

Su caso no fue traumático, pero sí "complicado". A los 15 años le comunicó a sus amigos, heterosexuales, que era gay. "Reaccionaron con algo de incredulidad, pero lo encajaron de forma natural, a ellos también les ha servido de mucho", revive. Con su familia aguardó hasta los 18. "Quería estar seguro. Al principio fue muy difícil porque confundían al gay con el que quiere cambiar de sexo, pero con el tiempo fueron cambiando".

Ahora trabaja para que otros jóvenes homosexuales salgan adelante. No es fácil. La homofobia arrasa en las aulas. El 44% de las estudiantes y el 24% de los alumnos consideran que la homosexualidad es una enfermedad, según un estudio elaborado por Colegas. Unos porcentajes similares consideran que heterosexuales y homosexuales son desiguales. Y aún más: alrededor del 80% está convencido de que si alguien en su clase se declara homosexual sería "discriminado".

Gays y lesbianas se pueden casar, pero las leyes no destierran prejuicios. "Mi hija tiene 16 años, tiene una amiga, dice que siente una atracción muy fuerte hacia ella. No sé si llevarla a un psicólogo o qué hacer. Llevo días llorando". La voz que suena corresponde a una madre preocupada porque a su hija le gusten las mujeres. Su receptor es Pedro Villegas, un médico y sexólogo que atiende el Teléfono de Información Sexual para Jóvenes de Andalucía desde hace 14 años. Casi nunca recibe consultas de lesbianas. "Pero sí lo hacen chicos con dudas sobre su orientación sexual, que fantasean con penes o han tenido sueños gays". A partir de los 14 años de historia del servicio, el más antiguo de carácter público en España -depende del Instituto Andaluz de la Juventud-, se podría analizar la evolución de la sexualidad juvenil.

Nadie llamaba para contar sus dudas sobre su orientación sexual hace 14 años. "Al principio las mujeres no preguntaban por la falta de orgasmo", recuerda. "Y los hombres preguntan ahora más por la anticoncepción", apuntala su compañera, la psicóloga Isabel Luna. "Hay nuevas mitologías como el placer de la penetración anal para las chicas", cita Villegas. "O el del esperma alien, que esté dónde esté siempre ataca. La pregunta tipo sería 'le hice a mi novio sexo oral, me dio un beso, luego él a mí, ¿puedo quedarme embarazada?", reproduce Luna.

Responden a cuestiones sobre píldoras poscoitales, preservativos rotos, eyaculaciones tempraneras, el tamaño de marras o embarazos imposibles. A Villegas le asombra la sexualidad "pornográfica". A Luna, que los jóvenes están "hiperinformados, hiperliados e hiperasustados". A su confusión contribuyen que las nuevas fuentes de conocimiento son medios audiovisuales que no siempre divulgan. Apenas educan la escuela o la familia. Aunque no pueda culparse de ello a los padres por sistema. Los dos hijos de Pedro Villegas, de 14 y 16 años, se niegan a conversar de sexo con el profesional, su padre.

-Un día le pregunté a mi hijo si se masturbaba, y le dije que si no lo hacía que era bueno que lo hiciera.

-¿Y qué le dijo?

-Nada, farfulló algo y se fue. Se avergüenzan totalmente de mi trabajo. En mi casa se habla de todo menos de placer y de sexo.

INFORMATION AND TECHNOLOGY IS THE NEW ROCK N ROLL

Por Lee Abrams en su blog, 14 de enero de 2008

There has always been music…but in 1955, it all changed, there was ROCK N ROLL which went far beyond “music”. AND here in 2008,—there has always been news/information and some form of technology, but the opportunity is to do to information and technology what Rock n Roll did to Music is what's moving the meter. It's all been happening for awhile now. But from a brainpower and innovation viewpoint, Rock n Roll looks backwards. The vision is on information and technology. And it's probable that Rock n Roll’s inventive/world changing days are behind. NOW---That doesn't mean its dead—in fact it’s very much alive, but I think the magic of Rock n Roll in the 21st century is all about immersing ourselves in its deep and unbelievably rich history. People in the music business are usually hopeful that it's all about "new music". It WAS...but the magic now is in mining the history, which only a thin layer of it has been touched. Mining can mean DISCOVERING what’s out there, or seeing amazing bands perform their history at the well honed level of today. Music will impact people forever and there'll be other forms of it that engage the world, but my point is that that "Rock n Roll thing" is more about the past (and that's fine and can be/is EXTREMELY lucrative) than the future. Of course, not a pleasant thing for a business that is focused on breaking new acts…but a pretty good time for the miners. If I were in the music business, I’d focus on mining and technology instead of the old school trying finding the next big hit and getting it played a lot. Vegas has better odds.


Rock n Roll is a universal term. EVERYone knows what it means from 7 to 70…and pretty much everybody was touched by it. It’s plain un-American to not like Rock n Roll. In 1956 it meant teens, but now, it’s demographically universal. Hell, Obama’s song is by U2 and Huckabee is using Skynyrd! ROCK N ROLL is an attitude that resonates around the World---but it can be and IS being applied to non musical initiatives.

In its purest sense Rock n Roll arguably means:

INNOVATION
ATTITUDE
SWAGGER
NEWNESS
BIG—MASS APPEAL
RE-INVENTION
CREATES FANS NOT USERS
POWERFUL
CHANGING
ARTFUL
REBELLIOUS
INTELLIGENT…IN A MASS APPEAL WAY
LADEN IN MONEY, INFLUENCE AND POWER

Done right it’s like:

DYLANBEATLESPINK FLOYDU2
ERIC CLAPTON
JIMI HENDRIX

(Lasting … integrity …quality …in touch with the soul of the Nation)

Those above mentioned points and artists are the same points that will and are defining the NEW "Rock n Roll"--INFORMATION & TECHNOLOGY

Today’s information merchants can and often do also go Cheesy, manufactured, short lived, soul-less….say—that sounds like a lot of today’s “pop” music!

I would classify Naomi Campbell interviewing Hugo Chavez as not exactly life changing. Too bad she wasn’t a pop figure in the 70’s—we could have had her interview Idi Amin.

In many ways Information delivery is where music was in the 50’s. POISED for something new. And ‘something new’ IS happening before our eyes. Just the fact that you are reading this blog is NEW.

And where music was once the definer, now it’s often an add-on…something that makes technology a richer experience…kinda like a video game with amazing music.

The Music Business ate itself… A lot of why music ate itself is because those controlling it, forgot they were in the ROCK N ROLL business and got absorbed by the gaming and bullshit and forgot:

INNOVATION
ATTITUDE’
SWAGGER
NEWNESS
BIG—MASS APPEAL
RE-INVENTION
CREATES FANS NOT USERS
POWERFUL
CHANGING
ARTFUL
REBELLIOUS
INTELLIGENT…IN A MASS APPEAL WAY
LADEN IN MONEY, INFLUENCE AND POWER

,,,I don’t blame the music business...it was all inevitable


INFORMATION AND TECHNOLOGY IS THE NEW ROCK N ROLL


I love music as most people do, but the pulse of the Nation is information and technology based. THAT’S the buzz. That’s where the excitement is…where the action is.

Looking back is fine and enjoyable---There's SO much there. But looking forward---the excitement will more likely be information and technology based discovery than a hot new artist that has the lasting impact of a Dylan, Beatles, Pink Floyd or Zeppelin. Oh--and for those who say that they were special cases---Yes they were, but imagine the state of music without the driving influence they had on other artists. Without Elvis and The Beatles, Patty Page would be voted the most important artist of the 20th Century.

POLLS: They sure nailed it with Obama “winning” New Hampshire. What a joke. At 4pm the day of the voting, networks were writing Clintons eulogy. THAT is what I don’t like about traditional research.

....Passionate about the past and excited about the future!

jueves, 17 de enero de 2008

Los pobres, cada vez más pobres

Por Guillem López Casasnovas en El Periódico (Leído en el blog de Reggio)

Los problemas que envuelven la coyuntura económica oscurecen a veces la necesidad de prestar atención a otros rasgos que, por estructurales, se perciben como de menor interés porque tenemos menos capacidad de incidir sobre ellos. Así, apareció a finales de año la Encuesta financiera de las familias, realizada por el Banco de España. Se trata de una radiografía importantísima de la situación patrimonial de nuestros hogares, que desafortunadamente no permite hoy. un análisis específico para Catalunya.

La complejidad de su elaboración requiere un periodo de maduración suficiente para interpretar esta nueva hornada de datos, referida a los meses finales del 2005. Pero permite una comparativa válida de lo que fue la encuesta similar del 2002, por lo que cabe destacar algunas conclusiones importantes, con suficiente robustez estadística.

La principal conclusión que puede sacar cualquier analista que estudie el avance de resultados, disponible en la web del Banco de España es que la desigualdad de renta y riqueza en España ha aumentado de una manera notabilísima en estos tres últimos años de boom económico.

En efecto, la encuesta comentada muestra como la mediana (y la media, por si quedaban dudas) de la renta de los hogares españoles entre el 2002 y el 2005, en términos constantes -esto es, bien contado- ha disminuido (de 25.200 a 23.100 euros), con un descenso más acusado en el segmento del 20% de hogares de renta inferior (de 8.700 a 6.900). Con ello, el rango de la desigualdad entre el 10% de familias con mayor renta respecto del 20% de familias con menos renta ha aumentado desde un ratio de casi 1 a 10 en el 2002 a casi de 1 a 13 en el 2005.

En solo tres años, el 25% de hogares más pobres ha visto reducir su riqueza en un 60%, pasando de representar en mediana 8.500 euros en el 2002, a 5.500, todo ello en euros constantes con base en el 2005. A su vez, la ratio que mide la dispersión entre el percentil de riqueza neta del 25% de hogares con menor renta respecto del que se situaba entre el 90 y 100 (el 10% de las familias más ricas) se ha más que doblado en el breve intervalo de tres años. Por edades, los cabezas de familia con edad inferior a los 35 años han mejorado menos de la mitad que el resto de hogares, y se ha reducido el porcentaje de nuestras familias más jóvenes que son propietarios de su vivienda principal.

En general, el incremento de la deuda ha superado el aumento de los activos, de modo que el porcentaje que representa la deuda sobre el valor total del patrimonio ha aumentado; y ello en especial para los colectivos de menor renta. El 20% de hogares con renta inferior que tenían deudas pendientes, en sólo tres años se ha incrementado un 50%, duplicándose, siempre en términos constantes (euros del 2005) la media del valor de su deuda. De nuevo, para estos hogares más pobres endeudados el peso de la deuda ha pasado de representar el 104% de su renta en el 2002 al 143% en el 2005. Y para mayor alarma: con ratios de deuda que triplican los ingresos del hogar, en el 2002 se computaba el 34,5% de las familias más pobres en renta y en el 2005 la cifra era del 42,6%.

Esto es, de la mitad de los hogares más pobres en renta que estaban endeudados (casi dos terceras partes del total), los pagos por sus deudas vivas suponían más del 40% de sus ingresos anuales. Por edades del cabeza de familia, de nuevo los más jóvenes se han llevado la peor parte: la mediana de su deuda ha aumentado en casi un 80% en términos reales.

EN RESUMEN: tamaño crecimiento de la desigualdad, tanto en renta, como en riqueza, como en capacidades de financiar las deudas pendientes, que se ha producido en España en tan breve espacio de tiempo, no nos debiera de dejar indiferentes. Su tratamiento exige responsabilidad en un momento como el actual de rebajas fiscales electorales y de abrazo indiscriminado de nuestros sistemas impositivos al denominado dualismo fiscal por el que se renuncia a la progresividad tributaria.

Y en la actuación necesaria para su corrección, la situación descrita reclama políticas públicas con menos universalismo populista (cheques por nacimiento y leyes de dependencia universales) y más orientación de cualesquiera sean los recursos públicos disponibles a un gasto más selectivo, ligado al test de medios y a la prueba de necesidad, para mejorar su efectividad redistributiva.

lunes, 14 de enero de 2008

La edad sólo es un número

Por Diego Manrique en El País de 14 de enero de 2008


Age ain't nothing but a number, cantaba Aaliyah. Recordaba el lema mientras leía una entrevista con Bill Wyman (Londres, 1936), antiguo bajista de los Rolling Stones, publicada hace poco en el Telegraph, el diario británico. Me atrapó el titular: "No puedo vivir con las royalties de los Stones".

No teman, no se trata de un cri de coeur de millonario en dificultades. Calculo que Wyman recibe anualmente una cifra de seis dígitos en concepto de derechos generados por lo grabado con los Rolling Stones hasta 1992, aunque sus ex compañeros le hagan ahora putaditas como borrarle de las fotos del recopilatorio Rarities. Además, Bill tiene negocios variados, desde el restaurante londinense Sticky Fingers a unos detectores de metales que utilizan los arqueólogos aficionados, sin olvidar sus varios libros sobre los propios Stones.

Aun así, Bill continúa actuando con su cara de póquer, integrado en una orquesta clasicista llamada The Kings of Rhythm. Los Reyes del Ritmo viven de la fama de su bajista pero demostraron su adaptabilidad en eventos como el reciente homenaje a Ahmet Ertegun, donde reapareció Led Zeppelin: aparte de tocar media hora de su añejo repertorio, The Kings of Rhythm hicieron de banda fija, respaldando a bastantes invitados.

Resulta extraordinario que, en la citada entrevista, Wyman pretenda justificarse con esa patraña de que necesita dinero. Seamos serios: con los gastos derivados de una formación con 10 miembros, The Kings of Rhythm no parece una máquina de imprimir billetes. Ocurre que Wyman sabe lo que piensa la sociedad musical: a los 71 años, un rockero no debe pisar un escenario.

Es una de las rémoras del origen del rock como manifestación juvenil: todavía no se ha reconciliado con el hecho de que pueda ser música tocada por adultos o incluso por ancianos. El edadismo del mundo del rock tiene mucho de incongruente, ya que esas mismas personas celebran que existan bluesmen, cantantes de standards, soneros o jazzmen que continúan en activo cuando han superado los 80 o los 90 años.

Esta longevidad artística ¿es una decisión voluntaria o un imperativo económico? En la mayoría de los casos, seguro que pesa la necesidad de ganarse la vida: los veteranos solían firmar contratos leoninos y luego eran desplumados por representantes, cónyuges o recaudadores de impuestos.

Son ciertas las leyendas: en los años cincuenta, muchos artistas triunfales recibían de su discográfica un Cadillac y ni se les ocurría pedir liquidaciones sobre ejemplares vendidos; cuando flojeaban los éxitos, descubrían que debían pagar los plazos de su maravilloso automóvil.

Pero eso no explica la terca voluntad creativa de tantos sexagenarios. Bob Dylan, sus ex esposas y sus hijos tienen garantizada una existencia dorada simplemente con los derechos de autor. Y ahí está, embarcado en la famosa Gira Interminable. Que, cuando sale de Estados Unidos, adquiere carácter de acontecimiento cultural y le lleva a escenarios nobles; sin embargo, en su propio país, Dylan da conciertos en casinos de reservas indias, ferias del condado y auditorios universitarios. Pocos lujos y escasa seguridad: circula por Internet un video donde Dylan interpreta un candente Like a rolling stone mientras docenas de personas suben al escenario, le besan, le saludan, le hacen reverencias y le abruman con su amor. Esas cosas no les pasan a otros candidatos al Premio Nobel.

Efectivamente, hay intangibles como la necesidad de expresarse, el deseo de dar sentido a una vida. Podríamos evocar aquí la laboriosidad de Paul McCartney, uno de los hombres más ricos del Reino Unido: le gusta salir de gira y edita discos regularmente. Aunque el paralelismo más adecuado con Bill Wyman sería el de Ringo Starr: dirige la All Starr Band, una reunión de músicos ilustres que trabaja mucho por Estados Unidos. Para Wyman y Starr, secundarios en prodigiosos grupos, no hay planes de jubilación. Ellos quieren creer aquello que aseguraba Aaliyah: que la edad no es nada más que un número.

Los medios públicos de persuasión en Cataluña

Por Vicenç Navarro en El País de Cataluña de 12 de enero de 2008

Durante los 23 años de gobierno nacionalista conservador, los medios públicos de la Generalitat de Cataluña (TV-3 y Catalunya Ràdio) fueron instrumentalizados para promover una visión nacionalista conservadora en la que los enormes problemas sociales de Cataluña (en la medida en que se reconocía su existencia) se atribuían al Gobierno central, ubicado en Madrid, que discriminaba a Cataluña. La fortaleza de esta visión nacionalista se basaba en un hecho real: la existencia de un balance fiscal negativo para Cataluña con el resto de España y un déficit de inversiones públicas por parte del Gobierno central. Otro factor que contribuía al crecimiento de este nacionalismo conservador era el nacionalismo español, que es el único que no se define a sí mismo como tal. Suele llamarse constitucionalista y, al negar el carácter plurinacional de España, alimenta los nacionalismos periféricos. De ahí que no fuera infrecuente que aparecieran en los medios públicos de información de la Generalitat las voces de este nacionalismo español (incluso en su visión extrema, la COPE) a fin de identificar al resto de España con esta visión nacionalista española que reforzaba al nacionalismo catalán.

Detrás de estos nacionalismos, en teoría adversos pero en la práctica complementarios, había unos intereses comunes de clase social que explicaban el profundo conservadurismo de tales nacionalismos, bien definido en aquel eslogan, que tales medios difundían, según el cual España iba bien, a lo cual los medios nacionalistas conservadores en Cataluña añadían que Cataluña iba incluso mejor. Los datos ignorados, cuando no ocultados, en aquellos medios mostraban que ni España iba bien (el gasto público social por habitante en inversiones públicas, tanto en infraestructuras como en servicios públicos, era el más bajo de la UE-15) ni Cataluña iba mejor; en realidad, en muchas áreas iba peor (el gasto público social por habitante estaba por debajo del promedio de España). Este último déficit se atribuía en los medios de persuasión nacionalista conservadora al déficit fiscal, lo cual era cierto sólo en parte, puesto que había otras dos causas ignoradas en aquel argumento. Una de ellas eran las propias prioridades del Gobierno nacionalista conservador de la Generalitat de Cataluña, que priorizó temas identitarios (como la creación de los Mossos d’Esquadra) sobre temas sociales tales como el desarrollo de la educación o la sanidad pública, dando prioridad a los servicios privados a costa de los servicios públicos. La evidencia de ello era abrumadora (véase L’Estat del benestar a Catalunya 2003).

La causa mayor del subdesarrollo social y de infraestructura de Cataluña (y de España), sin embargo, era y continúa siendo el bajo gasto público en todo el Estado español. Mientras que las luchas interterritoriales sobre la distribución de la tarta española (estimuladas por nacionalismos centrales y periféricos) tenían y tienen una enorme visibilidad en aquellos medios nacionalistas catalanes y españoles, el problema mayor -que es el pequeñísimo tamaño de la tarta- era y continúa ignorado. España tiene el gasto público por habitante más bajo de la UE-15. En realidad, aunque Cataluña recibiera el 18% de la inversión total del Estado español en infraestructuras (tal como instruye el Estatut), Cataluña todavía tendría un gasto público en infraestructuras por habitante menor del que le correspondería por su nivel de desarrollo económico.

El bajísimo gasto público (y la escasa visibilidad de este tema en los medios de persuasión) responde al poder de clase, es decir, al enorme poder político y mediático que tiene en España y en Cataluña el 35% de la población de renta superior, y su gran resistencia a aumentar los impuestos, sobre todo si éstos van a mejorar los servicios públicos utilizados predominantemente por el 65% restante de la población, es decir, por las clases populares. Envían a sus hijos a las escuelas privadas (cuyo gasto por alumno es superior al de la escuela pública), utilizan la sanidad privada (donde el tiempo de visita promedio es de 18 minutos, en comparación con ocho minutos en la pública) y se benefician más del AVE que de los trenes de cercanías.

Los cambios de gobierno en 2003 en Cataluña y en 2004 en España diluyeron poco el discurso nacionalista, tanto periférico como central. Ni que decir tiene que ha habido cambios en tales medios catalanes, pero en su totalidad han sido menores. El análisis de poder de clases y sus implicaciones en las políticas públicas continúa excluido, siendo extraordinariamente minoritarias las voces de izquierda no nacionalistas, realidad negada, como era predecible, por los apologistas de tales medios, que dominan el clima intelectual del país.

viernes, 11 de enero de 2008

Llegó la hora del cosmopolitismo

Por Kwame Anthony Appiah en El País de 10 de enero de 2008

Mi madre nació en el oeste de Inglaterra, al pie de las colinas Costwolds, en el seno de una familia que, en 80 kilómetros a la redonda, podía rastrear su árbol genealógico remontándose a los primeros tiempos del periodo normando, es decir, a casi mil años antes. Mi padre nació en la capital de la región ashanti de Ghana, en una localidad que sus antepasados habían habitado desde los inicios del reino asante, cuando despuntaba el siglo XVIII. De manera que cuando estas dos personas, nacidas en lugares tan distantes, se casaron en la Inglaterra de la década de 1950, mucha gente les advirtió que sería difícil mantener un matrimonio mixto. Y mis padres estaban de acuerdo. Fíjense, mi padre pertenecía a la Iglesia metodista y mi madre a la anglicana. Y eso sí era un auténtico desafío.

En consecuencia, soy producto de un matrimonio mixto. Bautizado en el metodismo, fui a la escuela dominical en una iglesia de Ghana no adscrita a ninguna confesión concreta y a la que pertenecía mi madre. Aprendí de mi padre y de mi madre algo que ambos ejemplificaron cuando decidieron convertirse en marido y mujer: una cierta apertura hacia personas y culturas ajenas a aquéllas en las que se habían criado. Creo que mi madre lo aprendió de sus propios progenitores, que tenían amigos en muchos continentes. Me parece que mi padre lo aprendió en Kumasi, que es un lugar políglota, multicultural y abierto al mundo. Aunque él también lo aprendió a través de la educación. Porque, como muchos de los que tuvieron la oportunidad de asistir a la escuela secundaria en los más remotos rincones del Imperio Británico, tuvo una formación clásica. Le encantaba el latín y en la cabecera de la cama no sólo tenía su Biblia, sino las obras de Cicerón y Marco Aurelio. En el testamento espiritual que legó a sus hijos nos dijo que siempre debíamos recordar que éramos "ciudadanos del mundo". Utilizó esas palabras, las mismas que Marco Aurelio habría reconocido y hecho suyas. Después de todo Marco Aurelio escribió: "Qué estrecho es el parentesco que une a un hombre con toda la raza humana, porque se trata de una comunidad, no de la sangre o la simiente, sino del espíritu".

Ahora bien, la primera persona que sabemos que se consideró a sí mismo ciudadano del mundo -kosmou polites en griego, expresión de la que procede nuestro término "cosmopolita"- fue un hombre llamado Diógenes, nacido en algún momento de finales del siglo V en la localidad de Sinope, que, situada en la costa meridional del Mar Negro, pertenece ahora a Turquía. Diógenes, según la tradición, vivía en un gran tonel de terracota. Y se le llamaba cínico -kyneios en griego significa "perro"-, porque vivía como tal. De manera que le echaron a patadas de Sinope. Fue Diógenes el primero en proclamar que era "ciudadano del mundo". Se trataba de una metáfora, porque los ciudadanos comparten un Estado y Diógenes no tenía un Estado mundial al que pertenecer. De manera que él, como cualquiera que haga suya esa metáfora, tuvo que decidir qué quería decir con ella.

Diógenes no quería decir que fuera partidario del establecimiento de un único poder mundial. En una ocasión se encontró a alguien que sí lo era: Alejandro Magno. El aspirante a conquistador del mundo, que, como discípulo de Aristóteles, se había educado en el respeto a los filósofos, le preguntó a Diógenes si había algo que pudiera hacer por él. "Claro", contestó éste, "¿serías tan amable de apartarte? Es que me estás tapando el sol". Y esto es lo primero que me gustaría tomar de Diógenes al interpretar la metáfora de la ciudadanía global: no hace falta ningún Gobierno mundial, ni siquiera el de un discípulo de Aristóteles. Lo que Diógenes quería decir es que podemos pensar en nosotros como conciudadanos, aunque no seamos -y no queramos ser- miembros de una única comunidad política, sometida al mismo Gobierno.

Una segunda idea que podemos tomar de Diógenes es que debemos preocuparnos de la suerte de todos nuestros congéneres, no sólo de los de nuestra misma comunidad política.

Además, y ésta es una tercera enseñanza de Diógenes, podemos sacar buenas ideas de todas las partes del mundo, no sólo de nuestra propia sociedad. Merece la pena escuchar a los demás, porque quizá tengan algo que enseñarnos; merece la pena que ellos nos escuchen, porque quizá tengan algo que aprender.

Hay una última cosa que quiero tomar de Diógenes: el valor del diálogo, de la conversación como forma fundamental de comunicación humana. En consecuencia, ésas son las ideas que yo, ciudadano estadounidense del siglo XXI de origen anglo-ghanés quiero tomar de un ciudadano de Sinope que soñó con una ciudadanía global hace veinticuatro siglos.

El cosmopolitismo es universalista: cree que todos los seres humanos importan y que compartimos la obligación de preocuparnos por los demás. Pero también acepta que la diversidad humana constituye un amplio y legítimo abanico. Y ese respeto a la diversidad surge de algo que también se remonta a Diógenes: la tolerancia hacia las opciones vitales que toman los demás y la humildad respecto a las nuestras.

La globalización ha hecho relevante este antiguo ideal, cuando ni siquiera lo era en la época de Diógenes o de Marco Aurelio. Diógenes no sabía de la mayoría de los pueblos -de China, Japón, Suramérica, el África Ecuatorial; ni tan siquiera de Europa Occidental o del Norte- y nada de lo que hiciera podía tener tampoco mucho impacto sobre ellos. Sin embargo, hoy no vivimos en el mundo de Diógenes. Sólo en los últimos siglos, cuando todas las comunidades humanas han ido imbricándose en un único entramado comercial y en una misma red informativa, hemos llegado al punto en el que es realista imaginarse que todos y cada uno de nosotros podemos entrar en contacto con alguno de los seis mil millones de otros seres humanos y enviarle algo que merezca la pena tener: una radio, un antibiótico, una buena idea. Por desgracia, ahora también podemos enviar, por negligencia tanto como por mala intención, cosas dañinas: un virus, un contaminante que se transmite por el aire, una mala idea.

Y las posibilidades de hacer el bien y el mal se multiplican de modo absolutamente inconmensurable cuando se trata de las políticas que los Gobiernos aplican en nuestro nombre. Juntos podemos arruinar la vida de los campesinos pobres inundando sus mercados de cereales subvencionados; paralizar sectores industriales aplicando aranceles excesivos; proporcionar armas que maten a miles y miles de personas. Juntos podemos mejorar los niveles de vida, adoptando nuevas políticas comerciales y de ayuda; impedir o tratar enfermedades mediante vacunas o medicamentos; tomar medidas contra el cambio climático global; fomentar la resistencia a la tiranía y el interés por el valor de cada vida humana.

Además, es evidente que la red mundial de difusión de la información -a través de la radio, la televisión, los teléfonos, Internet- no sólo significa que podemos influir en vidas de cualquier parte, sino que también podemos aprender de ellas. Todas aquellas personas de las que tenemos noticia y en las que podemos influir son seres humanos con los que tenemos responsabilidades: decir esto es proclamar simplemente la propia concepción de moralidad.

En consecuencia, el desafío radica en tomar mentalidades y sentimientos constituidos a lo largo de milenios de vida en el marco de grupos locales y dotarlos de ideas y de instituciones que nos permitan vivir juntos como la tribu global que ahora somos. Porque ahora lo que realmente necesitamos es un espíritu cosmopolita que no sólo nos vea a todos ligados por una conversación del conjunto de la especie, sino que acepte que tomemos opciones diferentes -dentro de cada nación y en las relaciones entre ellas- sobre nuestra forma de vivir.

jueves, 10 de enero de 2008

El brazo ejecutor

Por Florencio Domínguez en El Correo de 10 de enero de 2008

La desarticulación del comando etarra formado por varios vecinos de la localidad navarra de Lesaka supone un golpe importante para la organización terrorista tanto por la antigüedad de la célula, que había sido constituida en 2001, como por el hecho de que sea la autora material del atentado del 30 de diciembre de 2006, que puso fin a un periodo de tres años y medio sin asesinatos y echó por tierra las esperanzas que el Gobierno había puesto en el diálogo con ETA.

La caída de este grupo supone culminar otra operación que se llevó a cabo el 1 de septiembre del pasado año en Francia gracias a las investigaciones desarrolladas por los servicios de información galos en colaboración con la Guardia Civil. Aquel día se descubrió una casa donde ETA fabricaba explosivos y montaba coches bomba, que luego eran enviados a España para cometer atentados. Se cree que de aquella 'factoría' salieron el coche bomba de la T-4 y el que iba a utilizarse en Castellón el pasado mes de agosto.

La operación permitió detener entonces a uno de los lugartenientes de 'Txeroki', al jefe de los artificieros de ETA y a varios etarras más sospechosos de integrar una célula que había realizado en Francia los secuestros de cuatro personas para apoderarse de las furgonetas utilizadas en los dos atentados mencionados. Entonces, quedó pendiente de aclarar la 'pata española' de la trama de Cahors: identificar y detener al comando etarra que recogía los vehículos preparados en Francia y los utilizaba para atentar. Desde ayer esa incógnita ha quedado resuelta y la operación policial ha sido culminada.

La caída de Cahors tuvo una gran importancia en los intentos de la banda de hacer efectiva la ruptura de la tregua: en los tres meses que van desde que el 5 de junio anunció que volvía al terrorismo hasta el 1 de septiembre, la banda intentó llevar a cabo cinco atentados con coche bomba de los que sólo consumó uno. Con posterioridad a esa fecha sólo se ha registrado un atentado de este tipo que, además, falló al no funcionar el artefacto.

En los tres meses previos al 1 de septiembre, el explosivo utilizado por ETA en las bombas elaboradas o el entregado a los comandos para que lo utilizaran ascendió a unos 540 kilos, cifra que se duplica si a ella se le añaden los 400 kilos que fueron intervenidos en la casa de Cahors. En los cuatro meses posteriores hasta fin de año, sin embargo, la banda sólo ha utilizado 87 kilos.

Al efecto demoledor que tuvo aquella operación se le suma ahora la desarticulación del brazo ejecutor de los atentados que preparaba la trama etarra de Cahors. Se trataba de un comando reservado por los jefes de ETA para las operaciones más importantes. Al margen de ese grupo, durante el pasado año la banda sólo ha tenido una estructura de cierta eficacia en Vizcaya que todavía no ha sido desmantelada, aunque hayan sido identificados por la Ertzaintza dos de los 'liberados' que la integran.

En los siete primeros meses de 2000, tras la ruptura de la tregua del año anterior, ETA cometió siete asesinatos, mientras que en el mismo periodo tras la ruptura de la última tregua la banda ha perpetrado sólo dos crímenes. La diferencia de actividad entre los dos periodos es un dato revelador de la menor capacidad terrorista de la banda.

miércoles, 9 de enero de 2008

Uf...

Por Elvira Lindo en El País de 9 de enero de 2007

No cambiar de idea cuando los hechos evidencian tu error podría ser consecuencia de la tozudez, el orgullo, la incapacidad de autocrítica, la inflexibilidad. Pero en el mundo ideológico a eso se le ha venido llamando coherencia. Te hace coherente encastillarte en tus trece a pesar de que los hechos te demuestren que determinada dictadura que defendías en tu más tierna juventud se ha cobrado presos políticos y ha generado un desastre social. Coherencia. Hay críticos que jamás admitirán que fueron injustos con tal autor o que ensalzaron a otro por miedo a salirse de lo que mandaban las tendencias del momento. Como son mundos muy infectados por las ideas abstractas, el "coherente" convierte sus errores en una prueba más de autenticidad. No cambies, te dice un admirador. Y lo que podría ser un gesto cariñoso se convierte de pronto en una maldición: si cambias perderás mi admiración y te verás sola. Por fortuna, el universo de la ciencia está dando una lección ética al de las humanidades despegándose de las presiones ideológicas para contar sólo aquello que los ojos ven. La revista Edge ha preguntado a ciento veintiún científicos en qué cambiaron de opinión en 2007. Las respuestas son extraordinarias y de lo más diversas. Desde la bióloga que admite unas diferencias entre el cerebro masculino y femenino que antes sus prejuicios le impedían admitir hasta el neurólogo que expone cómo ha cambiado su idea del almacenamiento de la memoria o el antropólogo que confiesa haber aceptado, como parte de la cultura inca, el sacrificio ritual de niños. Todos ellos se han desprendido de algo, de años de trabajo, de prejuicios. El cambio les granjeará admiradores pero también furiosos enemigos. Someterse a esta pregunta pone a prueba la flexibilidad de nuestro cerebro: ¿en qué cambié en 2007?, que es como decir, ¿en qué estaba equivocada? Uf...

Una mirada a Alfonso Reyes

por George Steiner en Letras Libres de enero de 2008

El Premio Alfonso Reyes, concedido a George Steiner en octubre de 2007, lo inscribe en una cadena de nombres como André Malraux, Jacques Soustelle, Adolfo Bioy Casares, Harold Bloom, Antonio Candido, Margit Frenk, entre otros, que realzan, recalcándola, la condición de la crítica literaria como un ejercicio creador libre de formalismos y fiel a una tradición euroamericana, transatlántica, que sitúa la preocupación por el presente porvenir de la cultura como una de las asignaturas permanentes de la inteligencia y la crítica contemporáneas.

Sobra decir con cuánto gusto los lectores de George Steiner saludamos la concesión de este premio, precisamente de este premio. Tanto Alfonso Reyes como George Steiner se mueven en torno a un preguntar e indagar por el sentido de la cultura y de la memoria. Ambos críticos y creadores han sabido llevar la experiencia literaria a límites cada vez más arriesgados y fecundos. De ahí que parezca necesario detenerse un momento a saludar la feliz decisión del jurado.

George Steiner no pudo venir a México, pero pronunció en su casa, en Inglaterra, ante el embajador de México, el licenciado Juan José Bremer, el martes 9 de octubre de 2007, un breve pero substancioso discurso. Como los medios y las agencias noticiosas no lo recogieron, me di a la tarea de buscarlo y, luego, de transcribirlo y traducirlo. Omitirlo de la circulación hubiera sido, a mis ojos, una irresponsabilidad. Agradezco a Minerva Margarita Villarreal, directora de la Capilla Alfonsina en la ciudad de Monterrey, la gentileza de haberme hecho llegar la copia de la grabación que hizo posible la presente traducción.~

– Adolfo Castañón


Su Excelencia, señoras y señores:

Estoy profundamente emocionado y honrado por el Premio. Antes que nada, debo presentar a ustedes dos excusas necesarias. La primera es que no estoy en México, adonde he ido tres veces, y cada viaje ha sido para mí del mayor y más apasionado interés. Pero lo más importante es que no estoy hablando a ustedes en español. Estoy muy apenado por ello. Debo decir que leo en español con gran alegría, aunque no tengo el suficiente dominio de este idioma para atreverme a hablarlo con cierta solvencia. Acepten, por favor, mis más sentidas excusas.

En esta misma casa tuve el privilegio de dar la bienvenida a Octavio Paz, y con motivo de la reciente recepción de un doctorado honoris causa en esa gran y antigua universidad que es la de Alcalá de Henares estuve, no hace mucho, con Carlos Fuentes. Así pues, siento que estoy en contacto directo con el genio de la literatura mexicana. Sin embargo, debo decir cuán limitado, cuán absurdamente limitado me siento al considerar las Obras completas de Alfonso Reyes y su inmensa correspondencia que, como ha dicho mi traductor y amigo, el crítico mexicano Adolfo Castañón, es tan vasta como la de Erasmo y la de Voltaire.

Cuando se intenta ser un comparatista, es decir, alguien dedicado al estudio comparado de la literatura y de la filosofía, el vasto campo de referencias de Reyes lo deja a uno con un sentimiento de enorme humildad. Su horizonte abarca desde la antigüedad clásica hasta la modernidad, desde la literatura picaresca hasta la erótica, desde el orden de lo político hasta las esferas de la crítica y la estética. En un solo ensayo –y se podrían citar muchos otros–, en la colección titulada El suicida, Reyes cita en un solo texto a Herodoto, Tomás Moro, Flaubert, Ibsen, Azorín, Cervantes, Zola, Anatole France, Goethe, William James y Schopenhauer. Unas páginas más adelante cita cómodamente a Rabelais. Llama a sus maravillosas expresiones “divagaciones”. El suicida es un libro muy difícil –y que valdría la pena traducir– y que expresa la alegría del viajero de grandes alcances. Páginas adelante Reyes se da el asombroso lujo de reflexionar, con autoridad, sobre el empleo del tango en la obra de Marinetti y en la estética del futurismo.

En la obra de Alfonso Reyes aparecen voces que funcionan como un talismán, como espacio de reunión y de reconciliación, una maravillosa frase.

Góngora y Mallarmé fueron sus constantes compañeros. Esto resulta muy interesante: los dos son poetas difíciles, herméticos y, en contraste, él mismo era el diplomático más mundano y abierto. ¿Cómo compaginar esta aparente contradicción? Góngora y Mallarmé le dieron una intimidad privada, un espacio de silencio y meditación en medio de su vida fantásticamente pública.

Pero nada me ha conmovido tanto como su Homero en Cuernavaca (1948-1951):

La soberbia de Aquiles resplandece
y el viento gime con la voz de Helena.


Soneto tras soneto, Reyes nos va trayendo la voz elocuente del anciano Néstor hablando en español y haciéndose casi profundamente mexicano, como cuando habla de la fatal inquietud de Casandra.

Homero en Cuernavaca es un asombroso acto de traslado imaginativo desde Troya hasta las playas del Pacífico. Se encuentra aquí el credo de Reyes, su fe universalista:

... a siglos de distancia
la sangre es siempre una.


Más allá de la distancia y de la irreversible separación impuesta por la historia, a través de los siglos hay –nos dice Reyes– una sangre común, una historia compartida. Y él volverá una y otra vez a esta idea como un Leitmotiv. Como ustedes saben, él no pudo visitar la Grecia homérica, así que nos dice deliciosamente: mi pluma hará las veces del bastón del peregrino; con mi pluma haré el viaje. Y él lo hizo. Con su traducción de la Ilíada, por supuesto, con su trabajo constante, con su devoción inquebrantable hacia Virgilio, el poeta más amado por él, por encima de todos los poetas latinos.

Alfonso Reyes fue un embajador, como usted mismo, su Excelencia, un embajador como Paul Claudel, un diplomático viajero como Saint-John Perse; pertenece a esa familia extraordinaria de poetas diplomáticos, de diplomáticos poetas y peregrinos letrados que han recorrido el mapa del mundo. Reyes nos dice que una frontera debería ser una invitación. Ésta es una de sus frases más espléndidas, particularmente en estos momentos difíciles en que vivimos. Pero él todavía tenía esperanza de que las fronteras no debían ser muros sino invitaciones. Nada puede cruzar o atravesar una frontera mejor –nos dice él– que la poesía, y es ella la única capaz de cruzar la “frontera del dolor”.

En uno de sus mejores momentos (y, de nuevo, no es fácil traducirlo, pues Reyes era un maestro de la concisión, y tenía el genio y el arte de condensar la experiencia en poderosas fórmulas) se pregunta: ¿Qué es mi poesía? Y responde: es un “Misticismo activo”. Esto merece reflexión. Cuando pensamos en San Juan de la Cruz, en Góngora, en la gran tradición mística española que Reyes conocía tanto y tan bien, tenemos tendencia a olvidar que puede darse, en efecto, un misticismo dinámico, activo... y que él, Reyes, ciertamente lo representaba.

En ese triunfo de la inteligencia que se llama melancolía –y lo cito repitiendo esa maravillosa frase–: en ese triunfo de la inteligencia que se llama melancolía, Alfonso Reyes compone los dos polos definitivos de su vasto cuerpo textual: lo dos textos en que cristalizan la vida y el genio de la literatura mexicana moderna: Ifigenia cruel y Visión de Anáhuac. Se trata de dos obras seminales. De ellas surge un atisbo cardinal: la historia de México –nos enseña él– es la del conquistador conquistado. México mismo es la demostración de que “La humanidad es como un solo hombre”.

Por conflictivos que sean sus orígenes, por más compleja que sea la dialéctica de las religiones y de las culturas, de lo cual México es un ejemplo tan singular, finalmente sólo hay un ser humano, una humanidad.

Muchas cosas en sus ensayos, en sus retratos, en sus acotaciones y comentarios críticos y culturales pueden sorprendernos como algo radicalmente distinto de nuestros propios hábitos profesionales, de nuestras heladas técnicas y cobardes costumbres.

Casi me atrevería a decir que él era, en un sentido maravilloso, un amateur, si recordamos lo que la palabra significa: amatore, un amante. A partir del Renacimiento, el amateur no era un crítico sino algo complementario de la universalidad y el ecumenismo del amor y de la simpatía. Vivimos ahora en un clima mucho más amargo y mucho más estrecho. Hoy en día, ya sólo a muy pocos les está permitido ser amateurs, pues éstos son castigados por sus pasiones. Reyes sabía mucho mejor que nosotros que incluso la mejor de las críticas –y él era un gran crítico– es un, y lo cito, “remedio desesperado”, si se compara con el acto de la creación. Y así escribe a Valery Larbaud –otro trotamundos, otro viajero, poeta, crítico, traductor, uno de sus grandes amigos franceses–: seul les poètes savent parler des poètes: les comprendre, les expliquer, les juger: “sólo los poetas saben hablar de los poetas: comprenderlos, explicarlos, juzgarlos”. Sus intercambios con Valery Larbaud, Cocteau, con los grandes poetas de todo el orbe, su relación con Borges, constituyen una lección continua de lo que Goethe llamó “afinidades electivas”: relaciones elegidas de alma a alma, de corazón a corazón, en un plano muy elevado de mutuo respeto.

Entre los estudiantes de Monterrey, en una maravillosa tarde, hace algunos años, tuve la experiencia –y déjenme tomar prestada la frase de Dante– de un moto spirituale: de un movimiento del espíritu, un dinamismo del alma, que para mí define a México. Nunca lo olvidaré. La sala estaba llena, pero se abrieron las puertas para que la gente que también llenaba el vestíbulo y que estaba afuera pudiera entrar a oír la conferencia. Era uno de esos prodigiosos días soleados de Monterrey, y los estudiantes llegaron a sentarse en el suelo, justo rodeando la base de la plataforma desde donde yo impartía mi lección. Fue una impresión única, irrepetible, de entusiasmo generoso: la sobrecogedora presencia de un pasado inmensamente antiguo y complejo como el que tiene México y la extrema, apremiante proximidad del futuro.

Me gustaría ser capaz de formular con mayor claridad esta impresión: cuando el pasado está muy cerca del futuro, como sucede entre los jóvenes en México, se da una experiencia que, al menos yo, no he tenido casi en ningún otro lado. Por formidables y complejos que sean los problemas económicos, sociales y aun étnicos –y sería una locura negar que los hay–, en México el mañana tiene un sabor, la saveur: el sabor de la esperanza.

Cuando uno está entre todos esos jóvenes en una universidad mexicana –y yo di varias conferencias tanto en Monterrey como en México mismo–, se llega a sentir que la esperanza tiene sonido, que es audible y que está en el aire, a pesar, lo repito, de las grandes dificultades circundantes. Se trata de una suerte de maravilla de la cual la obra de Alfonso Reyes es un testimonio constante.

Quiero agradecer a ustedes de nuevo, desde lo más hondo de mi corazón, señor Embajador, la oportunidad de compartir esta experiencia. ~

Cambridge, Inglaterra, 6 de octubre de 2007