viernes, 25 de enero de 2008

Persépolis

Por Fernando Savater en la página de ¡Basta ya!

Hay iniciativas políticas (o, mejor dicho, iniciativas de los políticos) que no son ni buenas ni malas sino meramente vacuas, aunque –eso sí- suelan ser muy aparatosas y a veces despilfarren demasiado dinero público. Como creo que la llamada Alianza de Civilizaciones inventada por Zapatero y cerebros aledaños pertenece a este género epiceno, tampoco hay que tomarse la cosa muy a la tremenda. Mucho daño no creo que haga, aunque desde luego resulta obvio que utilidad tiene poca. El nombre es un disparate y los objetivos son tan inasibles como una mermelada de azogue aunque, eso sí, las intenciones que demuestra son buenas, es decir tan aptas para empedrar el infierno como las mejores del ramo.

Por lo visto se trata de llevarse bien con los musulmanes, algo contra lo que nada cabe objetar. Lo que no tengo claro es quien se lleva mal con ellos. Si se trata de los fieles de otras religiones, no conozco comandos de episcopalianos o de católicos que vuelen mezquitas (aunque a veces no les guste mucho que proliferen en sus ciudades) o dinamiten trenes en Arabia Saudita, de modo que por ahí no debe ir el peligro. En cuanto a los ateos (que por lo visto no pertenecemos a ninguna civilización, ya que éstas parecen definirse con criterios religiosos) nos llevamos en principio bien con todos los feligreses, siempre que sus dogmas no pretendan imponerse al resto de la población ni pasen a ser temario obligado en la educación pública. Y desde luego siempre que no se nos coarte la libertad de expresión en cuanto a lo que pensamos de las religiones. Resulta dolorosamente obvio que los incrédulos lo tenemos más fácil –aunque nunca demasiado fácil- en las democracias laicas que en países como Irán o Afganistán, por lo que oímos contar.

Según sus promotores, la dichosa Alianza se basa en el postulado de que cuanto más se conozca la religión del vecino mejor nos llevaremos con él. Nada menos seguro. Por experiencia personal puedo decir que cuanto más conoce uno de la historia y entresijos ideológicos del catolicismo, menos gusta el invento y con mayor recelo se mira a los que tienen la fe del carbonero. De modo que es sumamente probable que lo mismo pase si nos da por estudiar a fondo el Islam o el judaísmo. A diferencia de Carla Bruni y otras maravillas de la naturaleza o el arte, las religiones no mejoran vistas de cerca.

Pero, en fin, vamos a echar una mano a la Alianza. Yo les recomendaría difundir el estupendo cómic “Persépolis”, de la iraní Marjane Satrapi (editado en castellano por Norma), sobre el que también se ha hecho una película. Cuenta la peripecia biográfica desde la infancia hasta la primera juventud de una chica a la que toca vivir primer bajo la dictadura del Sha y luego bajo los ayatollás integristas, con alguna escapada a Europa en el que debe comer el amargo pan de la extranjería. Es un relato candoroso y lleno de humor, pero emocionante, de alguien que busca su libertad personal entre intransigencias teológica y abusos de poder. Si yo debo pertenecer a alguna civilización, que me apunten a la misma de Marjane Satrapi. Dice Zapatero que la Alianza viene a llenar un vacío. No sé a cual se refiere, pero estoy seguro de que “Persépolis” puede remediar en parte el vacío craneal de algunos beatos indocumentados.

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