Por Tereixa Constenla en El País de 19 de enero de 2008
Las referencias en televisión y pornografía borran el erotismo - El inicio llega a los 14 años sin tabúes, más lúdico, pero reproduce roles de género y mantiene el ansia de impresionar
Ya no es tabú ni pecado. A los 14 años, como media, los adolescentes españoles se estrenan en las relaciones sexuales. A los adultos les sorprende esta precocidad porque la comparan con su propia experiencia, pero si se contrasta con la iniciación de jóvenes de países cercanos no hay lugar para el asombro. Ingleses, franceses o portugueses experimentan antes. La edad de inicio es quizás el cambio menor. La concepción de la sexualidad tampoco es la misma. Ya no está rodeada de lastre religioso ni de moralina oscurantista. Ahora es lúdica, algo corriente, parte del ocio, un intercambio entre amigos, algo que hay que hacer. Y se asimila, sobre todo, a partir de la publicidad, la televisión, el cine, internet y la pandilla, lo que ayuda a transmitir mitos erróneos y aviva algunos miedos. Unos nuevos. Otros, como el tamaño de marras, de toda la vida.
"La gente está como desesperada por hacerlo antes de los 18, como si fuera un fracaso no hacerlo antes. Incluso se tienen relaciones antes de los 14, se ve normal". El testimonio de Jesús V. J. es doblemente valioso. Tiene 17 años, estudia 2º de Bachillerato y aspira a ser ingeniero de Telecomunicaciones. Desde los 15 transmite información sexual a otros jóvenes tras formarse como mediador en un curso del Instituto Andaluz de la Juventud. "Lo que más piden es información sobre cómo ponerse el preservativo".
Jesús constata tendencias observadas por los expertos. Por ejemplo: el uso de la pornografía. "Está normalizado, ver películas porno es algo típico". Si no hay otro modelo que lo contrarreste, el resultado es la construcción de una sexualidad genitalizada y machista. Y la muerte de la sensualidad y el erotismo.
"No hay ceremonias de seducción, es el aquí te pillo, aquí te mato. El sexo es penetración", suelta tajante la pedagoga argentina Nora Rodríguez, autora del libro ¿Hablas de sexo con tus hijos? (editorial Temas de Hoy, 2007). "La influencia de la pornografía es total. Se ve en las posturas contorsionadas, en lo que importa el tamaño del pene, en la degradación del cuerpo de la mujer y en que creen que el sexo es algo rápido e impecable, penetración y genitalidad", detalla.
Para escribir ¿Hablas de sexo con tus hijos?, Rodríguez entrevistó a adolescentes y también compartió algunas horas de marcha juvenil. Le sorprendió la pervivencia de algunos fantasmas. "Ves a las chicas tan modernas, con sus piercing, sus minifaldas y te sorprende descubrir que siguen esperando al príncipe azul igual que hace 60 años, lo que quiere decir que si el chico que les gusta no quiere usar el preservativo no harán que se lo ponga para evitar que se vaya con otra".
No es una impresión aislada. En un estudio del Ministerio de Sanidad y Consumo sobre la utilización de métodos anticonceptivos en jóvenes, se alerta sobre las desigualdades de género: "En las chicas más que en los chicos, y en las clases medias altas más que en las clases medias y medias bajas, se aprecia un cambio de los citados estereotipos en una línea más igualitaria. Sin embargo, hay otros sectores sociales en los que siguen vigentes los estereotipos más tradicionales y en los que las chicas tienen menor capacidad de decidir libremente sobre cuándo y cómo mantener las relaciones sexuales".
Pero Nora Rodríguez también descubrió nuevos hábitos sexuales: el chill-out, el bluetooth o el sexo azul. El primero consiste en dejarse llevar: "Como soy joven, fuerte, guapo y vital puedo dejarme llevar y no usar el preservativo en la penetración, es el sexo como riesgo".
No es una moda seguida masivamente. Para tranquilizar a los padres véase la infografía de esta página: los jóvenes españoles usan anticonceptivos en mayor medida que los franceses, portugueses e ingleses. Los seguidores del chill-out serían el 10% de los chicos y el 4,3% de los chicas de 15 y 16 años que tuvieron alguna relación sexual, según el último estudio internacional sobre Hábitos de Vida y Salud en Adolescentes (HBSC) difundido, correspondiente a 2002.
La segunda práctica citada por Nora Rodríguez se mantiene con desconocidos a los que se ha contactado a través de la tecnología bluetooth. El sexo azul es, aclara la pedagoga, el que se obtiene después de tomar Viagra, a la que recurren algunos para neutralizar el efecto del exceso de alcohol y drogas. Porque no se puede fallar. "Hay mucho miedo a quedar mal y una necesidad de estar siempre excitado, feliz", sostiene Rodríguez.
Lo corroboró un estudio del Instituto de la Juventud (Injuve) entre chicos de 15 a 19 años. En la antesala de la primera vez, a los chicos les pesa "no dar la talla" y no saber ser "varón maduro". A las chicas las atenaza "el miedo al abandono", al "engaño", al "daño" y a no ser "suficientemente deseadas".
En esta investigación se hurgó en el peso de la pandilla. Concluyeron que la sexualidad adolescente "se ejercita en grupo" aunque con diferencias entre unas y otros. Ellas se sienten "presionadas" y "enjuiciadas". Ellos "celebran" sus relaciones. Hay una convicción que planea sobre casi todos: "Los chicos siempre quieren y las chicas siempre pueden".
De nuevo, Jesús ofrece su experiencia. "Los chicos hacen todo lo posible para que se sepa, con las chicas es distinto, con ellas hay bulos". Apostilla la segunda convicción con las diferencias de comportamiento ante el sexo oral, habitual en un sentido y raro en otro: "Se da más de chica a chico porque es él el que tiene más ganas de hacerlo".
Entre los jóvenes entrevistados para el estudio del Injuve, el sexo es "básicamente el ocasional". Es el que se obtiene en momentos de ocio, un "paréntesis" en las normas "sin límites" para el disfrute. "Caben alcohol, estimulantes, frivolización, contactos y no caben el compromiso, la prudencia y el cálculo".
Las vivencias de Jesús no concuerdan plenamente con el resto del estudio: los jóvenes de su pueblo tienen sexo en pareja. Tal vez porque no hay una foto fija, un retrato uniforme y homogéneo de la sexualidad de los jóvenes de hoy. La sociedad española es un mapamundi de familias reconstituidas, tradicionales, unipersonales y homosexuales. Aunque corten temporalmente los lazos con los seres que superan las dos décadas de vida, los adolescentes no son ajenos a su entorno. A semejanza de los adultos, hay jóvenes homosexuales y jóvenes homófobos. Descubrir que la orientación sexual de uno no es la predominante en su entorno a una edad en la que se vive por y para el entorno puede desestabilizar a muchos adolescentes. "El proceso de aceptación es muy duro porque la presión del entorno determina muchísimo", expone Francisco Jesús Pérez, presidente de Entiendes, una organización juvenil de la federación Colegas de lesbianas, gays y transexuales.
Su caso no fue traumático, pero sí "complicado". A los 15 años le comunicó a sus amigos, heterosexuales, que era gay. "Reaccionaron con algo de incredulidad, pero lo encajaron de forma natural, a ellos también les ha servido de mucho", revive. Con su familia aguardó hasta los 18. "Quería estar seguro. Al principio fue muy difícil porque confundían al gay con el que quiere cambiar de sexo, pero con el tiempo fueron cambiando".
Ahora trabaja para que otros jóvenes homosexuales salgan adelante. No es fácil. La homofobia arrasa en las aulas. El 44% de las estudiantes y el 24% de los alumnos consideran que la homosexualidad es una enfermedad, según un estudio elaborado por Colegas. Unos porcentajes similares consideran que heterosexuales y homosexuales son desiguales. Y aún más: alrededor del 80% está convencido de que si alguien en su clase se declara homosexual sería "discriminado".
Gays y lesbianas se pueden casar, pero las leyes no destierran prejuicios. "Mi hija tiene 16 años, tiene una amiga, dice que siente una atracción muy fuerte hacia ella. No sé si llevarla a un psicólogo o qué hacer. Llevo días llorando". La voz que suena corresponde a una madre preocupada porque a su hija le gusten las mujeres. Su receptor es Pedro Villegas, un médico y sexólogo que atiende el Teléfono de Información Sexual para Jóvenes de Andalucía desde hace 14 años. Casi nunca recibe consultas de lesbianas. "Pero sí lo hacen chicos con dudas sobre su orientación sexual, que fantasean con penes o han tenido sueños gays". A partir de los 14 años de historia del servicio, el más antiguo de carácter público en España -depende del Instituto Andaluz de la Juventud-, se podría analizar la evolución de la sexualidad juvenil.
Nadie llamaba para contar sus dudas sobre su orientación sexual hace 14 años. "Al principio las mujeres no preguntaban por la falta de orgasmo", recuerda. "Y los hombres preguntan ahora más por la anticoncepción", apuntala su compañera, la psicóloga Isabel Luna. "Hay nuevas mitologías como el placer de la penetración anal para las chicas", cita Villegas. "O el del esperma alien, que esté dónde esté siempre ataca. La pregunta tipo sería 'le hice a mi novio sexo oral, me dio un beso, luego él a mí, ¿puedo quedarme embarazada?", reproduce Luna.
Responden a cuestiones sobre píldoras poscoitales, preservativos rotos, eyaculaciones tempraneras, el tamaño de marras o embarazos imposibles. A Villegas le asombra la sexualidad "pornográfica". A Luna, que los jóvenes están "hiperinformados, hiperliados e hiperasustados". A su confusión contribuyen que las nuevas fuentes de conocimiento son medios audiovisuales que no siempre divulgan. Apenas educan la escuela o la familia. Aunque no pueda culparse de ello a los padres por sistema. Los dos hijos de Pedro Villegas, de 14 y 16 años, se niegan a conversar de sexo con el profesional, su padre.
-Un día le pregunté a mi hijo si se masturbaba, y le dije que si no lo hacía que era bueno que lo hiciera.
-¿Y qué le dijo?
-Nada, farfulló algo y se fue. Se avergüenzan totalmente de mi trabajo. En mi casa se habla de todo menos de placer y de sexo.
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