jueves, 13 de noviembre de 2008

‘La pell fina’ (A favor de ‘The Economist’)

Por Enric Juliana en La Vanguardia de 13 de noviembre de 2008 (Leído en Reggio)

‘La fiesta se ha terminado’ anuncia el dossier de catorce páginas del diario ‘The Economist’ dedicado a España. Nadie en Madrid ha protestado al ver al toro Osborne rendido y agotado

Los quioscos de Madrid están empapelados con un vistoso anuncio de The Economist en la que el toro Osborne, el toro del cartelón, el toro que algunas almas frenéticas han insertado en la bandera española con notable ordinariez, aparece de rodillas, sin orgullo, derrotado, derrengado. ‘The party’s over’ titula la revista británica. ‘La fiesta se ha terminado’ anuncia el dossier de catorce páginas dedicado a España. Nadie en Madrid ha protestado. Ninguna patriótica vestidura se ha rasgado al ver al toro rendido y agotado.

En octubre tuve ocasión de conversar más de una hora con el autor del informe, el periodista Michael Reid, responsable de la revista en América Latina. Fue un desayuno muy agradable en las oficinas de La Vanguardia en Madrid, que en algún momento me recordó los tiempos en que fui corresponsal en Italia. Esa saludable media distancia con la que un corresponsal o enviado especial puede dibujar un retrato general del país que visita, sin necesidad de perderse en los vericuetos de la política doméstica. Esa media distancia tiene siempre el sabor de la libertad.

El señor Reid me pareció un profesional competente, bien informado sobre los asuntos de España y con un enfoque certero del futuro: la dudosa viabilidad de la actual estructura política ante una crisis económica que se prevé larga, dura y fatigante. El señor Reid llegó a España con la pregunta correcta. Le di mi opinión sobre el cuadro general, le conté alguna anécdota (los seiscientos periodistas que se acreditaron en el Senado durante la última Conferencia de Presidentes Autonómicos) y me permití sugerirle el nombre de algunas personas que podían ser de su interés. Y sentí una cierta envidia cuando me informó que su trabajo de campo duraría tres o cuatro semanas.

El dossier de The Economist no me ha decepcionado. Es bueno. Periodismo de nivel. No comparto algunas afirmaciones de Reid sobre la situación catalana, que me parecen muy influidas por el rampante ’savaterismo’ (que no zapaterismo), pero el reportaje no está escrito en clave ofensiva. El señor Reid habla en algún momento de “caciquismo regional” (sin aludir directamente a Jordi Pujol). La expresión, de origen latinoamericano, es fuerte, incluso desagradable, pero ciñámonos a los hechos. Por ejemplo: ¿cómo calificar las burdas maniobras de abordaje que en estos momentos pilota el gobierno regional de Madrid contra el presidente de Caja Madrid, la segunda mayor caja de ahorros de España?

El dossier acierta en lo fundamental: el mapa de las diecisiete autonomías, tal y como hoy está planteado, será de difícil viabilidad en los tiempos venideros. The Economist no reivindica, sin embargo, el regreso al centralismo. Al contrario, apunta una solución inteligente. La única solución razonable al galimatías español en los tiempos duros que se avecinan: “Hubiera sido más fácil para todos los interesados que España hubiera adoptado el federalismo en 1978. Que se hubieran establecido reglas claras sobre la recaudación de los impuestos y el gasto público. El Senado se podría haber convertido en la cámara donde las regiones estuvieran formalmente representadas y pudieran resolver sus diferencias, como en el Bundesrat de Alemania”.

El Govern de la Generalitat de Catalunya, a través de su portavoz de turno, la consejera de Justicia, Montserrat Tura, ha protestado airadamente y ha acusado a la revista británica de ofender a Catalunya. Ha exigido disculpas, incluso. Las declaraciones de la señora Tura me parecen impresentables. Digo más: me parecen muy impresentables.

Por tres razones.

Primera. No es misión de un gobierno el efectuar recriminaciones de carácter moral a la prensa. Con mayor motivo, si tenemos en cuenta que el presidente de la Generalitat y otros ilustres miembros del Govern declinaron recibir al enviado de The Economist, una publicación de prestigio reconocida en todo el mundo.

Segunda. Nunca el catalanismo había emitido tantas señales de inseguridad en los últimos treinta años. Hay una actitud claramente neurasténica en algunos dirigentes políticos catalanes. Un enfoque crítico de The Economist no destruye nada, no hace peligrar nada, no cercena nada. Es una visión que conviene tener en cuenta, aunque no se comparta, en su totalidad o en parte.

Tercera. La política catalana ha dejado de tener una relación inteligente con la prensa extranjera acreditada en España. El retroceso ha sido espectacular en los últimos cinco años.

En fin, l’encongiment casolà del que hablaba Gaziel.

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