Por Francesc de Carreras en La Vanguardia de 6 de noviembre de 2008 (Leído en Reggio)
Barack Obama no ha ganado las elecciones de anteayer por ser el líder de un partido. Tras muchos meses de recorrer su país y dar a conocer su personalidad y su mensaje, lo que ha generado es un gran movimiento, ha arrastrado a sectores desengañados y sin esperanzas. Obama ha ganado porque se ha convertido en el líder de este gran movimiento. Un dato esencial lo revela bien a las claras: la participación ha sido del 66% cuando lo habitual era que apenas alcanzaba el 50%.
A veces tendemos a confundir los países con sus dirigentes. Por ejemplo, a Estados Unidos con Bush. La realidad es, afortunadamente, otra: las sociedades son plurales, no homogéneas, compuestas por individuos, cada uno de ellos con sus ideas, intereses e identidad. Ciertamente hay una Norteamérica conservadora, demasiado orgullosa de sí misma e intolerante con los demás, con los que no son como ellos. Es natural, en todos los países existen conservadores, personas asustadas por los cambios. Pero es evidente que también existe el otro sector, el que está descontento con muchos aspectos de la realidad que le rodea, el que es crítico con el poder establecido, el que quiere cambiar las cosas. A este sector se ha dirigido Obama en su larga campaña y con este sector ha conectado con su porte audaz y tranquilo, sus propuestas moderadas y razonables, su intransigencia frente a la injusticia. Así ha podido proclamar, en el extraordinario discurso pronunciado tras su victoria, que “el cambio ha llegado a Estados Unidos”.
Los críticos demócratas con Obama, aquellos que hubieran preferido a Hillary Clinton como candidata, le reprochan la vaguedad de sus planteamientos y de sus propuestas. ¿En qué consistirá el cambio?, se preguntan. Quizás esperan un programa, un conjunto de medidas concretas claramente expresadas. Creo que no han entendido su mensaje. El cambio es, precisamente, él mismo, el cambio es Obama, con su curiosa personalidad, su peculiar estilo, su nueva manera de hacer política. ¿Una mezcla de John F. Kennedy y Martin Luther King? Quizás. Pero toda mezcla da lugar a un producto nuevo y Obama lo es. Veamos.
El origen familiar de Obama es sumamente curioso, y el resto de su vida, apasionante. En 1961 nace en Honolulu (Hawái) de padre keniano y madre nacida en Kansas. Entonces, ambos estudiantes, el padre llegaría a ser doctor en Economía por Harvard y la madre doctora en Antropología. Ambos se separan cuando su hijo tiene dos años, la madre se casa de nuevo, esta vez con un indonesio, y se van a vivir a Yakarta, donde Barack cursa sus primeros estudios. A los diez años vuelve a Honolulu, donde es educado en casa de su abuela materna. Tras una estancia en Los Ángeles, estudia Ciencias Políticas en la Columbia de Nueva York, años después trabaja en los barrios pobres de Chicago como organizador comunitario, a los treinta años cursa Derecho en Harvard y obtiene el doctorado, vuelve a Chicago y pasa a ser profesor en la universidad y abogado. En 1996 es elegido senador del estado de Illinois y reelegido en dos ocasiones más hasta que en el 2004 gana las elecciones al Senado de Estados Unidos.
He resumido muy apretadamente su biografía, pero a la vista está que se trata de una vida intensa y peculiar, en la que destacan su capacidad para hacer frente a las dificultades familiares, su voluntad para abrirse camino en la vida y su continuado interés por implicarse en los problemas de la comunidad en que vive. Por tanto, nos encontramos ante una personalidad compleja, cruce de orígenes muy diversos - tiene, además, hermanos africanos e indonesios-, preocupado por encontrar su propia personalidad - en 1995 publicó un libro sobre sus orígenes familiares-, estudiante con inmejorables calificaciones en dos de las mejores universidades del mundo, trabajador social y abogado, con una notable labor legislativa como senador de signo antirracista y a favor de las libertades, buen escritor y extraordinario orador. Una biografía realmente asombrosa.
Creo que por ello ha ganado: él es su biografía. El triunfo es el reconocimiento a su talento natural, a una trayectoria coherente y honrada, a su esfuerzo por hacerse a sí mismo, a su probada sinceridad - no ha tenido reparo en confesar haber sido durante un tiempo consumidor de marihuana y cocaína-, a su competencia profesional. Más que por ideología, aunque también, se le ha votado por empatía, porque suscita confianza, porque aparece como una persona limpia y sin nada que esconder. Un estilo de político nuevo que promete actuar de manera distinta a los demás. Lo ha demostrado hasta ahora - la financiación por internet de su campaña electoral es una prueba- y esperemos que no defraude. Toda una advertencia a la clase política, acomodada tranquilamente en hábitos que cada vez parecen más desfasados. Si las cosas se hacen bien, la audacia y la autenticidad de Obama es un modelo que seguir.
Por ello el triunfo de Obama puede ser un gran acontecimiento fuera de Estados Unidos, el comienzo en política de algo distinto. “Esta victoria en sí misma no es el cambio que buscamos, es sólo la oportunidad para que hagamos ese cambio. Y eso no puede suceder si dejamos las cosas como estaban antes”, ha dicho al celebrar el triunfo. Efectivamente, también en Europa, frente a la esclerosis de los partidos, habría que encontrar otras formas de hacer política, lograr que los escépticos y desengañados vuelvan a recuperar la esperanza, vuelvan a ser protagonistas.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Obama y la nueva política
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